(Por Salvador del Río / Alainet)
El único medio de vencer
en una guerra es evitarla
Georges Marshall
Cuba, la isla más importante del Caribe, estuvo siempre en la mira de los Estados Unidos. Cuando comenzaron los movimientos independentistas el big brother creyó llegado el momento de apoderarse de la isla, punto estratégico para el comercio. Y como en el cuento de caperucita roja la llamada Perla del Caribe estuvo a punto de caer en las fauces del lobo, cuando ese país, ahora la potencia más grande del mundo, le ofreció ayuda para liberarse del yugo español, como también lo hizo con las Islas Filipinas. En 1820 Thomas Jefferson buscaba la oportunidad de anexar Cuba al sistema de los Estados que estaban conformando la Unión Americana. Se sabe que en 1854 se hizo una oferta secreta conocida como el Manifiesto de Ostend ideada por diplomáticos de Estados Unidos para adquirir Cuba por 130 millones de dólares. La Unión Americana comprando y anexándose territorios como la compra de la Florida a España, Louisiana a Francia; en 1845 se anexó Texas, y en la guerra de 1846-1847 nuestro país perdió la mitad de su territorio.
Pero los gobiernos de los Estados Unidos no cejaron en su empeño del dominio sobre Cuba y lograron por muchos años una posición de control político y económico imponiendo y apoyando gobiernos a modo. Esta situación fue creando el rechazo de una mayoría pensante política que fue madurando la idea de un levantamiento armado y hacer un cambio radical en su sistema de gobierno.
Fue así, que desde el triunfo de la Revolución se ha mantenido el sistema socialista por más de cinco décadas que gobierno y pueblo eligieron. Cuba ha resistido a pesar del bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos desde el comienzo de la Revolución y lo ha sostenido a través de los años. El embargo y el aislamiento al que Cuba ha sido sometida no le han impedido alcanzar grandes logros, reconocidos por la Organización de Naciones Unidas, como la educción, la medicina y la atención a niños y adultos mayores.
Pero como en los cuentos de hadas, un día nos encontramos con la sorpresa de que esa isla se hizo noticia en el mundo entero. Lo que por muchos años fue impensable se consumó en el mes de diciembre pasado, cuando los presidentes Barak Obama y Raúl Castro anunciaron el comienzo de las negociaciones para la normalización de las relaciones diplomáticas y de diversa índole, que están a punto de consumarse plenamente con la anunciada apertura de embajadas en Washington y La Habana.
Los pasos que se han dado a partir del anuncio inicial parecerían un asunto circunscrito al interés de las dos naciones. Pero no es así; la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos requirió de una serie de conversaciones e intervenciones diplomáticas de avenimiento que se mantuvieron durante meses tal vez años, en absoluta reserva. El papel que jugaron potencias como el Vaticano encabezado por el Papa Francisco y el gobierno de Canadá dan la dimensión de la trascendencia internacional que esas decisiones significan. En el panorama del continente americano, es evidente que el establecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos trae aparejada la desaparición de numerosas tensiones que por muchos años han constituido un obstáculo para la unidad en el Continente.
En el plano internacional se observan también acontecimientos significativos que tienen una relación directa con los acuerdos de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
La reciente visita del presidente Francois Hollande a Cuba, la primera en más de dos siglos, ensancha las negociaciones que se han venido dando para la normalización de las relaciones de Cuba con la Unión Europea. En América Latina se recibió con beneplácito la presencia del presidente Raúl Castro en La Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, a la que asistieron presidentes y jefes de Estado de 34 de los 35 países del Continente. Cuba se había abstenido de aceptar la invitación que en 2009 le hizo la Organización de Estados Americanos para retornar como uno de sus miembros, después de que en 1962 fuera expulsada de esa organización.
México se negó a acatar la resolución adoptada en la Conferencia de Punta del Este de 1962 y a romper relaciones con el gobierno revolucionario de la isla. Durante todos estos años ha mantenido esa determinación congruente con los principios de respeto a la soberanía y a la autodeterminación que caracterizan su política exterior.
El restablecimiento de las relaciones entre La Habana y Washington constituye de esa manera, un hecho importante desde el punto de vista del Continente americano pero también en el de otras partes del mundo.
Fuente: Alainet
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