Aguafuerte cubana

(Por Luciana Garbarino / El Dipló)

Con la llegada a la presidencia de Cuba de Raúl Castro en 2008, el país comenzó a vivir una serie de transformaciones cuyos efectos ya se sienten en la vida cotidiana. Entre la expectativa y la desconfianza, la población expresa sus impresiones de esta nueva época.

Es martes por la mañana, y La Habana está calma y expectante. Como antes de un aguacero, que también se anuncia para esas fechas. La inmensa explanada de cemento de la Plaza de la Revolución, se asemeja, un 28 de abril, a una ciudadela de piedra en ebullición. En pocos días tendrá lugar el desfile del 1º de mayo, un evento que para los cubanos es mucho más que la conmemoración del día de los trabajadores o un mero feriado. El 1º de mayo es uno de esos días que, como el 28 de enero, aniversario del natalicio del Apóstol José Martí, o el 26 de julio, día de la Rebeldía Nacional, alimentan el espíritu revolucionario y reafirman las convicciones en el socialismo, que a veces las dificultades cotidianas hacen tambalear. Al abrigo de los semblantes del Che y Camilo, y bajo la consigna “Unidos en la construcción del socialismo”, los preparativos para la jornada avanzan vistiendo de azul, blanco y rojo cada rincón entre la avenida Céspedes y la avenida Boyeros.

A pesar de la temperatura que ronda los 39º, definitivamente anormal para una primavera habanera, el clima que se vive es de fiesta. “Todos a la plaza el 1º de mayo”, puede leerse en la vidriera de los comercios, muchos de ellos cuentapropistas, entre los enormes carteles y pintadas que celebran el 56º aniversario de la Revolución y el retorno a la isla de los cinco héroes detenidos en Estados Unidos (1): “Firmes y victoriosos entre nosotros”.

Es que el 17 de diciembre de 2014 se inició una nueva era en la historia de la Revolución Cubana, y del mundo entero. El anuncio de la normalización de las relaciones con Estados Unidos comenzaba a cerrar uno de los grandes capítulos inconclusos del orden mundial desde el fin de la Guerra Fría. La noticia fue recibida con entusiasmo por el pueblo caribeño, pero también con fuerte sorpresa, ya que hasta ese mismo día las negociaciones se habían mantenido en el más absoluto silencio. Al indagar un poco sobre la nueva etapa que se despliega, la mayoría se muestra entusiasta, ya que considera que un cambio resultaba necesario, incluso imprescindible. En un mundo en permanente transformación, esa relación de enemistad permanecía congelada desde hace medio siglo y con el encono de los más duros años anticomunistas. Sin embargo, también se advierte desconfianza y escepticismo entre la población. Ramón, contador, ingeniero de Baracoa y miliciano desde sus 15 años, cree que “los cambios tienen que ser económicos, pero no ideológicos. No se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así”, clama citando al Che.

De a poco, en las calles coloniales de La Habana vieja, caminando por el malecón o paseando en los carros americanos se ven turistas estadounidenses. Aunque cuesta diferenciarlos dentro de la marea de canadienses, italianos, alemanes, franceses, quienes inundan la isla todos y cada uno de los días del año, su acento se vuelve cada vez más frecuente. Eduardo, un señor de mediana edad, me cuenta en un almendrón (2) hacia El Vedado que está ampliando una casa que tiene en una playa cercana a La Habana “porque cuando venga el turismo yanqui, hay que estar preparado. Van a ser millones”. Entretanto, la diplomacia de ambos países ya mantuvo tres rondas de negociaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la apertura de las embajadas. En la actualidad, aunque Estados Unidos no cuenta oficialmente con una sede diplomática, sí tiene una Sección de Intereses en la capital cubana, que formalmente pertenece a la embajada de Suiza. Como dice Babi, una maestra de escuela y de vida, mientras abre sus ojos saltones por sobre sus cristales redondos: “Se supone que no tienen embajada, pero no creo que necesiten 16 pisos sólo para entregar visas…”. Aunque hubo importantes avances en las conversaciones bilaterales, entre ellos que Cuba haya sido eliminada de la lista de países patrocinadores del terrorismo el pasado 29 de mayo, todavía persisten diversas dificultades, como la limitación del radio de movimiento para los diplomáticos cubanos en Estados Unidos y los estadounidenses en Cuba. Entre todos los obstáculos, no obstante, el mayor es el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por John F. Kennedy, que castiga a la mayor isla de las Antillas desde 1962, y que es condenado por casi todos los Estados del mundo, salvo por Israel y por el propio perpetrador, desde luego. La perversidad de esta medida –“el genocidio más largo de la historia” puede leerse en calles y carreteras cubanas– llega al punto de la persecución extraterritorial contra ciudadanos, instituciones y empresas de terceros países que establezcan relaciones con Cuba. Por ejemplo, por mencionar sólo algunos puntos, se prohíbe que empresas subsidiarias de compañías norteamericanas que se encuentren en terceros países mantengan cualquier tipo de transacción con empresas en Cuba, o que empresas de terceros países vendan bienes o servicios a Cuba cuya tecnología contenga más de un 10% de componentes estadounidenses. Los daños de esta afrenta comenzaron a ser parcialmente aligerados a partir de diciembre de 2004, cuando se abrieron para el país nuevas posibilidades de inserción internacional a través de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) junto a Venezuela. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez, el vínculo con Caracas ha sido muy estrecho y de una importancia fundamental para la economía de Cuba, en especial en materia de provisión de crudo. Tal es así, que su muerte golpeó en las entrañas al pueblo cubano. “Creía que era yo quien se moría. Lloré durante tres días seguidos”, me confiesa Eugenia, una señora triniteña entrada en años.

En lo que fue sin dudas un momento emblemático de los nuevos tiempos que corren, Raúl Castro y Barack Obama se estrecharon las manos en la VII Cumbre de las Américas el pasado abril en Panamá. “Me informaron al principio que podría hacer un discurso de ocho minutos […] y como me deben seis cumbres de las que nos excluyeron, seis por ocho, cuarenta y ocho, le pedí permiso al presidente Varela unos instantes antes de entrar a este magnífico salón, para que me cedieran unos minutos más”, bromeaba el presidente cubano al iniciar su exposición.

La marca en el talón

Tomás Salazar Rodríguez recoge con suavidad los mangos que caen, con la cadencia de la naturaleza, de los árboles añejos que envuelven a la granjita Siboney. Esos mismos árboles que en la madrugada del 26 de julio de 1953 fueron testigos de la partida de ciento treinta y cinco jóvenes que se aprestaban a torcer el rumbo de la isla. Comandados por Fidel Castro, Abel Santamaría Cuadrado y Raúl Castro, los combatientes intentarían tomar el Cuartel Moncada, el Hospital Civil y el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba para iniciar el proceso de liberación de la dictadura de Fulgencio Batista. Aunque esta primera acción fracasaría, ese día fue el bautismo de fuego de un largo proceso revolucionario que cambiaría la vida de todos, también la de Tomás. Además de ser jardinero del museo, Tomás es actor, poeta y un ávido lector de literatura e historia. “Me encanta escuchar las visitas guiadas. Siempre aprendo algo nuevo. También aprovecho para practicar mis líneas de teatro al caminar de aquí a mi casa”. Mientras almuerza su arroz congrí al abrigo del sol, me dirige una mirada dulce, cansina, que invita al diálogo. Luego de un breve intercambio, recita, con la ayuda de su pletórica memoria, una poesía que Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, tal como me lo presenta, le dedicó al Comandante (3): “Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen/ palabras en acción y hechos que cantan,/ por eso desde lejos te he traído/ una copa de vino de mi patria:/ es la sangre de un pueblo subterráneo/ que llega de la sombra a tu garganta,/ son mineros que viven hace siglos/ sacando fuego de la tierra helada./ Van debajo del mar por los carbones/ y cuando vuelven son como fantasmas.” […].

La tarde se escapa entre versos, recuerdos y cavilaciones. La juventud es una preocupación para los adultos de la isla. Se trata de la generación del “período especial”, el durísimo tiempo que siguió a la caída de la Unión Soviética. Desaparecido el gigante comunista, Cuba quedó de un momento a otro sin abastecimiento de alimentos, tecnologías ni insumos, carente de suministro eléctrico, de petróleo y de financiamiento externo… Tomás dice que su hijo “ve al capitalismo con buenos ojos. No se conforma con un solo par de zapatos como yo”. Pero cuando le pregunto al poeta si no le preocupa la continuidad de la Revolución, levanta la cabeza, y desde la profundidad del ala de su sombrero de paja, me observa y sentencia: “La juventud es rebelde. Si no lo fuera, Raúl y Fidel no habrían hecho la Revolución”. Para él, la tenacidad de las exigencias de los jóvenes no amenaza la firmeza de sus convicciones. Por su parte, está seguro de que los nuevos cuadros del Partido tienen plena formación y capacidad para continuar con el proceso revolucionario. Se dice que el sucesor de Raúl Castro en 2018 podría ser el actual joven vicepresidente del Consejo de Estado, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, el primero de una generación nacida luego de la Revolución en alcanzar una posición tan alta.

A unos 240 km, pero bajo el mismo calor oriental, Ramón, el miliciano baracoense, se muestra más cauteloso respecto del futuro. Teme por el rumbo del país cuando los hermanos Castro ya no estén: “Ellos son líderes que el pueblo respeta mucho”. La presencia de Fidel se siente en todo el territorio como una inspiración y una guía permanentes, a pesar de que su figura como tal no se ve en carteles ni monumentos. Aun entre los menos convencidos, el viejo líder barbudo infunde un respeto y una admiración insustituibles.

Si bien los años más oscuros del “período especial” hoy han quedado atrás, el trauma persiste. Todavía puede verse a algunas personas pidiéndoles a los turistas jabón, champú, a pesar de que esos artículos se consiguen con relativa facilidad a precios accesibles. Es que las cicatrices de esas privaciones no son fáciles de sanar. Y no sólo de la memoria. Esther, una habanera risueña y fornida de un poco más de 40 años, recuerda aquella época difícil: “Yo lloraba en las charlas donde nos explicaban todo lo que iba a faltar. En ese entonces estaba embarazada. ¿Con qué voy a alimentar a mi niño?, me preguntaba”. Su rostro combina una sonrisa dulce y una mirada nostálgica; en su relato se descubre el orgullo con las conquistas de la Revolución, pero también la tristeza de quien tiene a su sangre lejos. Esther dice que el 90% de las veces, los hijos de las mujeres de su generación viven en el exterior. “Nosotras decimos que llevan la marca del talón. Porque en los 90 eran muy pequeños, y al tener que trasladarse en la parrilla de la bicicleta, muchos sin querer metían los pies en los rayos y eso les provocaba heridas y quemaduras por rozamiento en los talones”. Como en una parábola del célebre mito de Aquiles, la mayor flaqueza de la Revolución quizás es hoy la partida de muchos de sus jóvenes; un desafío que los cambios actuales pretenden revertir.

Pero Cuba no es tierra de lamentos. “Por entonces, incluso en las noches de apagón del crudo verano –retoma Esther–, la gente subía sus colchones a la terraza y se ponía a cantar y a bailar.”

Aire fresco

“Se vende o se permuta”, “gran oportunidad”. Escritos con marcador o con bolígrafo, estos carteles artesanales engalanan las coloridas casas cubanas. Porque entre los diversos cambios que introdujo Raúl desde su llegada al poder, está la liberación de la compraventa de viviendas y automóviles y la modificación de las normas migratorias. Las transformaciones han sido recibidas, en general, como una bocanada de aire fresco. “Ahora puedes vender tu carro o hacer una piscina en tu casa”, me dice Alberto, dueño de un Lada que tiene sus batallas. Uno de los cambios que despiertan mayor preocupación en el pueblo es la apertura de la economía a la inversión extranjera, salvo en los sectores de educación, salud y defensa. “Es un mal necesario –dice Overlis, viejo militante del Partido–. Necesitamos mejorar nuestra infraestructura, ¿tú me entiendes?” En los lineamientos del VI Congreso del PCC, formulados en abril de 2011, puede leerse con claridad: “El modelo reconocerá y promoverá, además de la empresa estatal socialista, forma principal de la economía nacional, a las modalidades de la inversión extranjera, las cooperativas, los agricultores pequeños, los usufructuarios, los arrendatarios, los trabajadores por cuenta propia y otras formas que pudieran surgir para contribuir a elevar la eficiencia”.

Desde entonces, se han ampliado los sectores de trabajo del cuentapropismo, se ha entregado tierra estatal a usufructuarios privados en forma gratuita por diez años, se ha otorgado mayor libertad de decisión a las empresas estatales y se han fomentado las cooperativas no agrícolas (CNA), entre las principales medidas implementadas.

Son las siete de la mañana del 1º de mayo. Las columnas de trabajadores se organizan por sector, sindicato o institución, encabezadas por el bloque de la salud, indiferentes a las nubes tormentosas que ya rugen su humedad. Las palabras de apertura de Ulises Guilarte de Nacimiento, líder de la Central de Trabajadores de Cuba, se multiplican por Radio Rebelde a través de los altoparlantes dispuestos en la avenida Paseo: “La clase obrera cubana tiene contundentes razones y argumentos para festejar unida el día de los trabajadores… trasladando al mundo el mensaje de unidad en torno a su Revolución, a Fidel y a Raúl”. Entre banderas cubanas y venezolanas, al ritmo de las congas y los tambores, comienza el desfile hacia la Plaza de la Revolución. En lo alto de las escalinatas, y bajo el gigantesco monumento a José Martí, Raúl Castro y Nicolás Maduro saludan al pueblo trabajador que viste con orgullo su uniforme. Son millones las personas que en todas las grandes ciudades del país se han volcado a la calle a revalidar su confianza en el socialismo. Al cabo de dos horas, la movilización ha terminado y La Habana va recuperando poco a poco la calma. Pero la alegría y la esperanza quedan flotando en el aire. “Nos sobran razones para vencer” alcanzo a leer mientras me alejo…

Notas:


1. Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998. En junio de 2001 fueron condenados a un total de cuatro cadenas perpetuas y 75 años de prisión.
2. Los almendrones son vehículos fabricados antes de 1960, año en el que entró en vigor el embargo aplicado por Estados Unidos. Muchos de ellos funcionan como taxis en la ciudad de La Habana.
3. Pablo Neruda, Canción de gesta, 1960.

Fuente: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur / Foto: Ariel Arango


 

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