(Por Elier Ramírez Cañedo)
Intervención en la plenaria del X Congreso de la UJC
En menor o mayor medida, Cuba ha sido impactada por las influencias de la cultura norteamericana en la Isla durante más de dos siglos. No podía ser de otra forma debido a la cercanía geográfica y los vínculos históricos existentes desde el surgimiento de ambas naciones. En el siglo XIX ya se encuentran estas influencias de la cultura norteamericana en la isla, pero es en los años de la república neocolonial burguesa que alcanzan su mayor auge, aunque siempre existieron espacios de resistencia cultural que mantuvieron incólumes lo más autóctono de nuestra identidad nacional, manifestados en algunos momentos dentro del pensamiento antiinjerencista y en otros llegaba a ser antimperialista. Esto tuvo expresiones en el teatro, la poesía, la literatura, la historiografía, el periodismo y en otras manifestaciones artísticas, literarias e intelectuales, incluso en las primeras dos décadas de república neocolonial burguesa, a pesar de la falsa percepción que existe de que este período fue de un adormecimiento total de la conciencia nacional.
El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, y el creciente contacto de la Isla con un mundo globalizado, donde la hegemonía cultural estadounidense es una de sus características fundamentales, ha incrementado el contacto de los cubanos con los productos culturales norteamericanos (música, videojuegos, cine, moda, etc), los cuales llegan y se reproducen a lo largo y ancho de toda la isla por vías oficiales y no oficiales y en los más disímiles formatos. El llamado fenómeno del “paquete semanal” ha desatado una especie de fiebre por las series estadounidenses, en un sector de la población, mientras que la mayoría de los filmes que se exhiben en la televisión cubana provienen también de Hollywood.
Sin embargo, no todo dentro de ese gran alud cultural que viene del norte resulta nocivo a nuestros valores e identidad. Mas no debe dejarse a la espontaneidad. Si bien es imposible y contraproducente intentar regular tal invasión y su recepción a nivel individual, de lo que se trata es que las instituciones culturales cubanas en los espacios públicos sean referentes a la hora de establecer las jerarquías correctas y necesarias. Siempre me pregunto por qué si existen no pocas películas y series norteamericanas que constituyen en sí una denuncia a los aspectos más oscuros y siniestros del sistema capitalista, no gozan de privilegio en nuestra televisión y más bien son desplazadas por aquellas más alejadas de los valores culturales que defendemos. Pienso por ejemplo en la serie de recién aparición House of Cards o en la Verdadera historia de los Estados Unidos, de Oliver Stone. Ninguna puesta aun en la pantalla cubana. Lo cierto es que existe una izquierda en la producción cultural norteamericana -dentro del espectro político de ese país- que no encuentra aun el espacio necesario en nuestra realidad y que es prácticamente desconocida.
Por otro lado no podemos olvidar que la cultura cubana siempre ha tenido una vocación universalista y una capacidad muy singular para asimilar lo foráneo, metabolizarlo y producir nuevas creaciones, enriqueciendo continuamente nuestra identidad lejos de ponerla en riesgo. Pero al mismo tiempo hay que tener “ojos judiciales”, como en su momento los tuvo Martí, para ver las dos Norteaméricas, la de Lincoln y la de Cutting. De la primera reconoció siempre sus valores culturales, de la segunda -a la cual llamó Roma Americana- no solo criticó los aspectos políticos que más conocemos, sino también el modo de vida norteamericano que exaltaba la violencia, la irracionalidad y el culto desmedido hacia el dinero, algo que ha sido una constante en la cultura estadounidense hasta nuestros días. Con apenas 18 años expresaba el Apostól: “Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento.-Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad (…) Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!
Qué buena esa frase ahora que nosotros hablamos de construir un país próspero y sustentable, pues a veces algunos no entienden que la prosperidad y sustentabilidad por la que luchamos no tiene solo una racionalidad económica, sino también espiritual.
Las influencias culturales más nocivas que nos llegan de los Estados Unidos, entendiendo la cultura en su concepto más amplio, son las que promueve y defiende el sistema capitalista, y que tienen que ver con modos de vida, representaciones, emociones, símbolos, valores, gustos y costumbres, donde el eje fundamental de la felicidad y del éxito es la posesión de riquezas materiales -medio y fin al mismo tiempo- y el mercado es definido como centro rector de toda la sociedad. La cultura del tener frente a la cultura del ser. Es innegable que el “nuevo enfoque de política” hacia Cuba anunciado el 17 de diciembre por el presidente Obama, pretende potenciar este enfrentamiento más allá de la asfixia económica. Es la idea –no tan nueva- de que un mayor contacto de los cubanos con el “magnetismo económico y cultural de la sociedad estadounidense” es el que va en definitiva a lograr la transición hacia el capitalismo en Cuba. “Pero cómo va a cambiar la sociedad –se refiere a la sociedad cubana-, el país específicamente, su cultura específicamente, pudiera suceder rápido o pudiera suceder más lento de lo que me gustaría, pero va a suceder y pienso que este cambio de política va a promover eso”, expresó Obama en una conferencia de prensa dos días después del anuncio del 17 de diciembre, lo que puede considerarse una especie de declaración de guerra cultural contra Cuba.
El 17D, evidentemente constituyó una victoria del pueblo cubano y de su liderazgo histórico, pero que nos trae con las nuevas oportunidades, nuevos desafíos. Los mayores no es difícil advertir que se hallan en el terreno de la espiritualidad, en el campo cultural e ideológico. Para nadie es un secreto que los difíciles años del período especial han provocado daños significativos en el tejido espiritual de la nación cubana. Algo que los que nos adversan tienen muy bien estudiado, de ahí otro de los elementos a considerar a la hora de explicarse el “nuevo enfoque” de su política hacia la Isla.
Pienso que, efectivamente si Cuba no pudo ser absorbida culturalmente por los Estados Unidos en los años de la república neocolonial burguesa y se pudo hacer una revolución socialista en sus propias narices, muy difícilmente podrán lograrlo ahora. Pero mi optimismo no es ciego, ni pasivo. No creo que seamos invulnerables y que no tengamos brechas que los que ahora buscan el cambio de régimen en Cuba por otras vías puedan aprovechar muy bien. Sí, debemos ser optimistas, pero activos. La derrota del socialismo en Cuba, sería nuestra más profunda derrota cultural.
Solo será posible salir airosos de los nuevos desafíos trabajando incansablemente por sanar todo el tejido espiritual de la nación donde quiera que este se encuentre afectado. El mayor reto está en nosotros mismos y en que, sobre todo, logremos crear en nuestra sociedad sujetos críticos con capacidad de discernir entre aquello que en términos culturales nos empobrece y enajena como seres humanos y lo que realmente nos eleva y emancipa. En la medida que nos recuperamos económicamente –cuestión indispensable y urgente-, debemos seguir, más bien ahora redoblar, nuestra intención de crear una cultura diferente y superior al capitalismo. Debemos movilizar y articular táctica y estratégicamente todas nuestras potencialidades ideológicas y culturales. Es en esa integralidad, y con esa organicidad, que debemos pensar, cuando hablamos del país próspero y sustentable que queremos construir.
El antiimperialismo que forma parte de nuestra cultura política constituye una de nuestras mayores fortalezas, ahora que la imagen del enemigo pretende desdibujarse ante los ojos de los cubanos, en especial de los más jóvenes. Es innegable que el imperialismo ha dado por perdida su lucha contra la generación histórica de la Revolución y ahora trabaja en la construcción de las bases que le permitan alcanzar sus pérfidos objetivos de siempre con las nuevas generaciones, a través de métodos e instrumentos mucho más sutiles y sofisticados del llamado poder inteligente. Ahora que Próspero se nos presenta con nuevos ropajes, la mirada descolonizadora de Caliban, debe acompañarnos todo el tiempo.
Ante ese plan, nuestro plan no debe ser otro que seguir cifrando nuestras mayores esperanzas de mejoría material y espiritual en nuestros propios esfuerzos y no en las supuestas bondades del vecino poderoso que ahora pudiera parecer –y es también su intención- una especie de mesías ante los ojos de los confundidos y de los que siempre le han hecho el juego. Pienso que la relación con los Estados Unidos no puede entenderse de otra forma que como un componente más –sin restarle la importancia requerida- de todo lo que venimos haciendo tanto en el plano económico como cultural, pero para nada el eje central. Ello será la garantía de que la victoria del 17D, continúe siendo victoria.
Y en ese sentido creo, como ha sido uno de los lemas de este congreso, que nos sobran a los jóvenes razones para vencer. Tenemos a Fidel. Tenemos a Raúl. Tenemos el relevo. Tenemos a los Cinco. Seguimos teniendo una Revolución, un pueblo heroico y una juventud de vanguardia. Y por si fuera poco, dentro de varias horas se estará izando en el corazón mismo del imperialismo, la bandera más victoriosa y digna del mundo, al menos de los últimos 56 años.
Es innegable que vivimos un momento de innumerables desafíos, pero también de renovadas esperanzas. En nuestras manos está la bandera.
Muchas gracias.
Fuente: Cubadebate
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