Una crónica sobre el izamiento de la bandera estadounidense en La Habana…
(Por Iroel Sánchez / Cubahora)
«Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas». |
En el altar el padre, el hijo y el espíritu santo adoptaban la forma en que la sociedad estadounidense comprende a Dios: tres automóviles de la época dorada en que General Motors no competía en desventaja con empresas coreanas, japonesas o chinas.
Desde el púlpito, la verdad revelada sufre algunas correciones. El “embargo” ya no es, según memorándum, de la administración Eisenhower:
“El único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno (al gobierno) (…) provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Sino que en voz del principal oficiante, “ha sido siempre una calle de doble vía” y por tanto “las dos partes tienen que retirar los obstáculos que han mantenido apartados a los cubanos”. Los apóstoles, que ya no son doce, sino 2,930 medios de comunicación que reproducen la buena nueva según resultados en el buscador Google, sólo en lengua castellana.
El oficiante y la prensa toda dicen es “el primer Secretario de Estado que visita la Isla en 70 años”, tapando la visita del Vicepresidente Nixon en 1954 para apoyar al ahora incómodo dictador Batista porque EE.UU. está comprometido con la democracia y los derechos humanos en Cuba.
Olvidemos también que hace apenas dos semanas el segundo a cargo en el Departamento de Estado haya dicho que “el embargo tenía buena intención”, ahora es malo pero “las dos partes tienen que retirar los obstáculos que han mantenido apartados a los cubanos”.
Los marines, esos ángeles que han repartido paz en todo el planeta y especialmente en el Caribe, desde Haití, Nicaragua, Santo Domingo, Panamá, Granada… ya no son aquellos que orinaron la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana, nos regalan un “video conmovedor”, en palabras de Silvio Rodríguez:
“Quieren que veamos cuánto nos quieren, sin mencionar quién rompió relaciones y mucho menos todo lo que nos han hecho (o permitido que nos hagan).
Pero parece que desde el cielo no se ve bien el ceremonial. En el lugar donde normalmente hasta en los días más tórridos los cubanos disfrutan brisa, Dios hace que el viento falte y la bandera del país del oficiante, los autos clásicos y los marines angelicales no puede ondear. No era para menos, el Papa acaba de condenar el sistema que el oficiante nos propone:
“Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.”
No importa, todo está previsto. Como corresponde a un gobierno que cree religiosamente en la propiedad privada, todos los asistentes tienen su abanico individual para que jueguen a ser Dios con la misma bandera que no se despega del asta en toda la mañana.
Fuente: Cubahora
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