(Por Maria Elena Alvarez Ponce / AIN)
En Birán y Cuba entera fue recibido con júbilo este 13 de agosto, el pueblo festejó en calles y plazas y repitió con fervor su nombre, quienes reconocen en él a un hermano mayor y mentor, vinieron a agasajarlo, y yo me descubrí pensándole con añoranza, porque a Fidel se le extraña, ¿verdad?
A la librería Alma Máter acudí, para reportar uno de esos ya habituales encuentros para el Diálogo de Generaciones que promueve el Movimiento Juvenil Martiano y que, justo por celebrarse hoy, no podía sino estar dedicado al líder histórico de la Revolución Cubana.
Un audiovisual nombrado como su protagonista, comenzó a hilvanar imágenes, a desencadenar recuerdos de horas felices y momentos duros para la nación cubana, y a traernos de vuelta a aquel gigante jamás en reposo, su voz vibrante, sus palabras y esa presencia, que dejaba “fuera de foco” todo lo demás.
Creí que era solo cosa mía, pero, para mi sorpresa, cuando paseé la vista por la sala, advertí que todo el auditorio -jóvenes, incluso niños, y otros con bastantes kilómetros recorridos- era presa también de una suerte de encantamiento, y escuchaba y contemplaba absorto, como en éxtasis.
Ahí estaba el Fidel de las tribunas, ese orador fuera de serie cuyos discursos eran más bien largas y encendidas pláticas y verdaderas clases magistrales sobre política, economía, salud, agricultura, finanzas, medio ambiente y cualquier otro tema.
Y ahí estaba el Fidel líder, el primero en el combate, frente a la adversidad, los peligros, en cualquier circunstancia, a la cabeza, sí, pero junto al pueblo, ese que lo eligió y siguió, sigue y seguirá, fidelista como es, hasta la victoria, siempre.
Lo recordaba en aquellos memorables fines de año con el “Blas Roca” o los trabajadores sociales, la cena que en honor a los Cinco Héroes ofreció en la Colina Universitaria para despedir el 2001, su cumpleaños 70, que celebró como un niño más, entre los miles que lo acompañaron el 13 de agosto de 1996 en el Palacio Central de Pioneros Ernesto Guevara.
Fidel es un vencedor. La lucha ha sido su vida, su destino, la victoria y, más que felicitarlo por sus 89 gloriosos años, hemos de felicitarnos nosotros, por haber vivido este tiempo, el tiempo de un ser extraordinario.
¿Que el Comandante nos hace falta? ¡Claro! Por eso se le extraña tanto, y uno no puede sino imaginar qué estaría haciendo hoy, si esa salud que descuidó a fuerza de trabajo, no le hubiese jugado una mala pasada.
Ojalá nos dure muchísimo tiempo, que podamos tenerlo un montón de agostos más para darnos consejo, aliento, alegrías y hasta un regaño. Ese es nuestro mayor deseo, del mismo modo que el regalo que de su pueblo espera recibir es la promesa que Cuba será siempre libre, soberana, digna, solidaria, justa.
¡Felicidades, Comandante!
Fuente: AIN
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