(Por Iroel Sánchez / La pupila insomne)
En las elecciones de la pasada semana para la dirección del Partido Laborista británico los partidarios de la Tercera Vía de Anthony Blair, aquella que continuó el camino del neoliberalismo proclamando “ni socialismo ni capitalismo”, obtuvieron sólo el 4,5% de los votos.
La estafa hace agua a mares desde hace tiempo pero algunos en esta Isla creen no nos enteramos. Uno de ellos presenta desde su blog el desacreditado híbrido como solución para Cuba y termina ¿su? receta con una cita aparentemente de Pero Grullo:
“El reto de la nación no se vence con una etiqueta sino con un modelo de desarrollo capaz de traer prosperidad económica dando igualdad de oportunidades a todos, sin perder la cobertura universal de salud, el acceso a la educación, sosteniendo la cultura y evitando el derrumbe del deporte.”
¿Cómo oponernos a definición tan políticamente correcta? ¿Cómo no nos habíamos percatado antes, tan fácil que era, y hemos tenido que esperar un siglo hasta que un equilibrista en rol de profeta nos indique el camino tras “50 años de brutal inequidad capitalista y otros 50 años de un socialismo incapaz de alcanzar la prosperidad económica”? Abandonemos el proyecto de justicia social, independencia nacional y solidaridad internacional de la Revolución cubana, a pesar de que el “socialismo incapaz” todavía no ha podido probar sus capacidades sin el cerco de la mayor potencia económica del planeta.
Porque conocemos a su autor sabemos que un texto como ese es una provocación para medir el estado del campo de batalla ideológico y de paso colocarse en su centro como intentó hacer cuando la Cumbre de las Américas en Panamá.
Esta vez han pasado semanas y nadie ha hecho caso a nuestro teórico de importación. Dejemos que sea la antecesora de Blair en el cargo de Primer Ministro de la Gran Bretaña, Margaret Thatcher, quien le comente las capacidades del socialismo, al hablar, no acerca de Cuba, en proceso de profundos cambios en su modelo económico para ganar en eficiencia, sino sobre la URSS, a cuyo derrumbe el incapaz socialismo cubano logró sobrevivir:
“La URSS es un país que supone una seria amenaza para el mundo occidental. No me estoy refiriendo a la amenaza militar; en realidad esta no existía. Nuestros países están lo suficientemente bien armados, incluyendo el armamento nuclear. Estoy hablando de la amenaza económica. Gracias a la economía planificada y a esa particular combinación de estímulos morales y materiales, la Unión Soviética logró alcanzar altos indicadores económicos. El porcentaje de crecimiento de su Producto Nacional Bruto es prácticamente el doble que en nuestros países… Por eso siempre hemos adoptado medidas encaminadas a debilitar la economía de la Unión Soviética y a crear allí dificultades económicas, donde el papel principal lo desempeña la carrera de armamentos. Un lugar importante en nuestra política es tomar en consideración las flaquezas de la Constitución de la URSS… Por desgracia y pese a todos nuestros esfuerzos, durante largo tiempo la situación política en la URSS siguió siendo estable durante un largo período de tiempo. Teníamos una situación complicada. Sin embargo, al poco tiempo nos llegó una información sobre el pronto fallecimiento del líder soviético y la posibilidad de la llegada al poder, con nuestra ayuda, de una persona gracias a la cual podríamos realizar nuestras intenciones en esta esfera […]. Esa persona era Mijaíl Gorbachov, a quien nuestros expertos calificaban como una persona imprudente, sugestionable y muy ambiciosa. Él tenía buenas relaciones con la mayoría de la élite política soviética, y por eso, su llegada al poder, con nuestra ayuda, fue posible”.
A propósito, recomiendo la lectura de “Cuba inesperada“, el demoledor ensayo de la Doctora Emily Morris, donde compara la evolución económica y social de Cuba con los demás países de Europa y Asia vinculados económicamente a la URSS a través del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), además de China, con posterioridad a la desintegración de la Unión Soviética.
En realidad, al proponernos la Tercera vía para Cuba Fernando Ravsberg no es nada original. Nos orienta con la hoja de ruta que ya trazaron entre Miami y Madrid vísperas de la Cumbre de Panamá. Allí se indicó el derrotero para acostarnos gorbachovianamente en el centro de la cama y despertarnos en el piso y a la derecha: ni muy rápido ni muy despacio, ni cambios exclusivamente económicos ni exclusivamente políticos, ni “oficialistas”, ni “disidentes”, ni socialismo ni capitalismo…
Y antes de que salga el grano, nuestro Blair se pone el parche de mártir de la libertad de expresión. Dice “[las autoridades cubanas] buscan ahogarme por hambre“, mientras se pasea sin rasgos de desnutrición por el Palacio de las Convenciones de La Habana, luciendo su credencial de corresponsal extranjero pagado en euros y denuncia “la presión que pesa sobre mi desde el aparato de censura”. Extrañamente es él, y no quienes acusa de ser sus perseguidores, el autor de una frase envidiable por Torquemada:
Si esas palabras hubieran sido escritas por un corresponsal cubano en el extranjero, el escándalo le hubiera dado la vuelta al mundo y es muy probable su autor hubiera sido expulsado del país en el que estuviera acreditado. Pero como en Cuba falta tanta libertad de expresión, esta caricatura de Anthony Blair sigue entre nosotros, eso sí, en riesgo de ser ahogado por hambre pero comiendo y bebiendo mucho mejor que la mayoría de los cubanos.
Fuente: La pupila insomne
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