(Por Angel Marqués Dolz / OnCuba)
Al elegir el nombre de Francisco,“el papa no estaba jugando a dar una imagen: anunciaba el cambio de un modelo, y si queremos decirlo de un tirón, ha sido coherente con el nombre escogido”, afirma en exclusiva a OnCuba el sociólogo Aurelio Alonso, uno de los expertos más consultados en la isla en materia vaticana, al considerar la intrépida ejecutoria del argentino Jorge Mario Bergoglio como un ministerio sin precedentes del primer latinoamericano y jesuita de la historia en sentarse en el trono de Pedro.En diálogo electrónico con esta revista, el premio nacional de Ciencias Sociales en 2013, asegura que Francisco “representa la renovación que puede hacer la Iglesia”, una línea de acción que “no se opone al dogma cristiano genuino, sino a todo lo que lo ha deformado”, conectando las prédicas papales con el Concilio Vaticano II, clausurado en 1965, cuyo aggiornamiento o puesta al día “fue descuidado después de la muerte de Pablo VI y que ahora parece que comienza a rescatarse”.
Para Alonso, las decisiones franciscanas están cambiando realidades, incluso al interior del Estado vaticano en la consecución de unas finanzas transparentes.
“En la escala de la familia y de la preservación de los valores, su proyección muestra al fin a un líder cristiano con los pies en la tierra”, el cual avanza con prudencia, pero decidido a terminar con una “rigidez arcaica”, que está agrietando las relaciones con una feligresía cambiante que aspira a respirar aires de tolerancia y modernidad.
“Los signos de rechazo de la homofobia, el castigo de los clérigos pedófilos, el uso del motu proprio para implantar una nueva regulación de la anulación matrimonial para los cristianos, son escalones claros del cambio de políticas”, alega el experto, nacido en La Habana en 1939 y graduado de sociología en la Universidad de La Habana en los años sesenta.
En junio pasado, el terremoto que para gobiernos y grandes empresas significó la encíclica Laudato si (Alabado seas), conocida como la encíclica verde, “no tiene antecedente en las posiciones de los pontífices que le precedieron, según Alonso, al parecer demasiado preocupados por no afectar los intereses del gran capital que frenan la contención de la erosión del medio natural”.
Observando el escenario cubano, donde los llamadas religiones populares, predominantemente de origen yoruba, superan ocho a uno a los católicos orgánicos, Aurelio Alonso se declara escéptico ante una flexibilización del canon eclesiástico sobre tales prácticas, a las que la doctrina católica no acredita como religiones, sino como cultos animistas, cuyos seguidores deben ser evangelizados.
“En la historia, las religiones que parten del mito bíblico de Abraham se han manifestado en términos excluyentes entre ellas. La exclusión de legitimidad del otro se puede observar incluso en los casos en los cuales la masa de los feligreses responde a creencias tan sincretizadas como en el caso de Cuba”.
Sin embargo, el sociólogo cubano, quien durante los años ochenta fue consejero político en la embajada cubana en Francia y miembro del comité de redacción de la revista Alternatives Sud, de Bélgica, cree en el talante indulgente de los creyentes cubanos, reacios al fundamentalismo que impera en otras regiones del planeta.
“Para la mayoría de los católicos no hay diferencia en pedirle, por ejemplo, a San Lázaro y a Babalú Ayé, y los extremos doctrinales rigurosos del sacerdote y del babalawo me parecen relativamente minoritarios en términos de demografía religiosa”. Y arriesga: “Habrá santeros y paleros, seguramente muchos, en las misas del papa Francisco, como los hubo en las que celebraron los dos papas que nos visitaron con anterioridad.”
Alonso apuesta porque en el futuro inmediato de Cuba serán tomadas en cuenta” las aspiraciones del mundo de la fe”, en medio de dinámicas de cambio por las que transita la sociedad de la isla.
“Cuáles y cómo, con qué celeridad, por qué no las que no lleguen a serlo, son aristas del asunto sobre las cuales no me atrevo a intentar pronósticos desde una perspectiva estrictamente intelectual, como es la mía”, admite con prudencia este pensador, quien en los años setenta padeció clausura académica y magisterial luego del portazo a la revista Pensamiento crítico, de la cual fue fundador y considerada herética por la ideología oficial, muy apegada entonces al canon soviético en materia de filosofía y disciplinas sociales.
Autor, entre otros, de un texto fundamental para los estudiosos de la religión y su vínculo con el Estado cubano, Iglesia y política en Cuba, publicado por la casa Ciencias Sociales en 1997 y reeditado en 2002, Aurelio Alonso no se irrita cuando se le piden quinielas sobre el futuro de la isla caribeña. Como todo buen intelectual, no rehúsa entrar en la marejada de la polémica.
“Calificaría el momento de la transición cubana en el contexto de un desafío de cambio integral en las coordenadas del proyecto socialista” y advierte sobre su calificativo de integral, porque “sería un error costoso limitarlo a reformas económicas, sin tocar el resto de las esferas de las relaciones sociales”.
“Está claro que hay mucho más que cambiar que lo que se manifiesta a la vista: es casi imposible decir hoy lo que tendremos que incorporar mañana a nuestra agenda para mantenernos consecuentes en los fines perseguidos por el cambio”
¿Y dónde se posiciona la iglesia católica dentro del tira y afloja que suponen los cambios? “Tendrá que navegar en Cuba por ese mar de desafíos, de incertidumbres, con la voz que le corresponde como institución y también con las propias de las individualidades que participan de esa fe. Como una de las voces del pueblo creyente”, desgrana el doctor Alonso.
Preguntado sobre el eventual campo de encrucijadas históricas por las que pasa la nación cubana, el subdirector de la revista Casa de las Américas responde que “nos hallamos en la etapa de transferencia generacional inevitable del liderazgo original de la Revolución en las instituciones políticas, pero estoy seguro de que no tendrá lugar un retroceso en el carril de cambios iniciado. Más posible creo que se acentúe y se haga más participativo, también para la Iglesia local”, pronostica Alonso, para quien “no es exacto decir que la actual iglesia católica en Cuba languidece de fieles.”
Fuente: OnCuba
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