El adiós a un hermano

(Por Piero Gleijeses / La pupila insomne)

Risquet era para mí un hermano, Trabajamos juntos desde 1994. Él era la persona encargada de supervisar mi acceso a los archivos cubanos para mis investigaciones sobre Cuba y África y estaba al frente de la comisión de desclasificación de documentos.

La nuestra empezó como una buena relación profesional – yo apreciaba su inteligencia, sus conocimientos profundos y su sentido del humor. Era agradable trabajar con él, y provechoso – era un crítico agudo y muchas veces me demostró que yo estaba equivocado en mis análisis sobre la política de Cuba en África.

Poco a poco el respeto y la admiración se fueron convirtiendo en una amistad siempre más honda, a lo largo de más de dos décadas. Él llego a ser un hermano para mí, el único hermano que he tenido. El vacío que su muerte deja en mi vida es inmenso.

Pero lo que yo quiero compartir aquí con quienes lean estas líneas, es un pedazo de la vida de Risquet. Otros hablarán de su destacada participación en la Juventud Socialista, de como resistió la tortura de los batistianos cuando cayó preso a fines de 1956, su actuación en la Sierra Maestra al lado de Raúl, y tantos otros episodios de una vida hermosa. Yo quiero aquí enfocar el trozo de la vida de Risquet que conozco muy bien, casi desde adentro: el papel que jugó en África como representante de Fidel y de la Revolución Cubana.

El camino africano de Risquet empezó en julio de 1965 cuando Fidel lo mandó a llamar para ponerlo al frente de la columna cubana que iba enviar al Congo Brazzaville. Yo no quiero cansar al lector. Solo voy a decir que Risquet y su columna, cumplieron cabalmente las tareas que le encargó Fidel: salvaron al gobierno progresista de aquel país de una intentona de golpe militar – y lo lograron sin derramar una sola gota de sangre –, llevaron a cabo la primera campaña de vacunación contra la polio en la historia del país, y entrenaron a los guerrilleros del MPLA. Ahí se creó por primera vez el vinculo entre Cuba y el MPLA.

Pero el nombre de Risquet estará asociado para siempre con la historia de Angola, aun si hay quienes quieren olvidarse del papel glorioso que Cuba jugó en Angola entre 1975, cuando los primeros soldados cubanos llegaron ahí para defender al país de la invasión surafricana (lanzada en contubernio con EE.UU) hasta 1991, cuando los últimos soldados cubanos regresaron a la patria. Risquet fue el hombre de punta de Fidel para Angola y como tal, tuvo que enfrentarse no solo a los gringos, sino también a los soviéticos.

Cuando escribo esto hay dos momentos que inmediatamente me vienen a la mente. El primero, la descarga que Risquet le metió en Luanda al general soviético Valentin Variennikov, el tercer oficial de más alto rango del Ejército Rojo, en diciembre de 1983. Se reunieron en la jefatura de la Misión Militar Cubana. “Después del acostumbrado intercambio de cortesía, nosotros fuimos directamente al grano”, escribió Varennikov en sus memorias. “Risquet habló primero, y yo no objeté, pero cuando me correspondió, comenté, como si fuera en broma: “Y pensar que yo inocentemente creí que hablaría primero porque soy el invitado». Risquet respondió: «No consideramos a un general soviético como un invitado entre nosotros»”.

Lo que Risquet dijo, arroja luz sobre las relaciones cubano-soviéticas en Angola, y cómo los cubanos bregaban con los soviéticos.

Risquet comenzó por recordar que en noviembre de 1982, Andrópov le había dicho a Fidel “que nuestras relaciones fueran siempre francas. Honestas y leales. Él dijo algo que le gustó mucho al compañero Fidel: ‘No dejar de decir una verdad, ni omitir una opinión por evitar un momento desagradable.’  Y en esta conversación [con usted],” le dijo a Varennikov, vamos a ajustarnos a ese principio. Quizás con esta introducción le estoy anunciando el carácter de la conversación que tendremos”. Y a partir de ahí – hablando en nombre de Raúl Castro – le metió una descarga por la estrategia equivocada que la misión militar soviética impulsaba en Angola.

Lo hizo con fina ironía, con inteligencia y con firmeza. Los cubanos expresaban su gratitud por la ayuda recibida de la URSS, pero cuando era necesario, les decían sus verdades a los soviéticos. Esto fue lo que ocurrió durante la conversación con Varennikov. “Yo le decía hace unos días sobre toda la amistad, toda la hermandad y la fraternidad que sentimos hacia la Unión Soviética,” dijo Risquet, “como veíamos en los militares soviéticos a nuestros maestros, nuestros hermanos, y lo que había significado para Cuba la maestría militar soviética. Pero le explicaba que dentro de estas relaciones fraternales habíamos tenido aquí a veces diferencias de opiniones. Nosotros quisiéramos dejar, compañero general de Ejército, bien sentado que el mando militar cubano no se dejará arrastrar a ninguna aventura. … Tenemos la responsabilidad con nuestro pueblo de las vidas que se pueden perder de forma inútil.” Risquet concluyó: “Tenga usted la absoluta seguridad, querido compañero general de Ejército, que si los sudafricanos atacaran las líneas que defendemos, combatiremos fieramente, sin ninguna vacilación, pero con igual firmeza nos negaremos siempre a poner en peligro una sola vida cubana en operaciones que consideramos erróneamente concebidas, voluntaristas e irreales. … Ahora créame, compañero general de Ejército, que para nosotros es muy amargo tener que expresarnos de esta forma. Nosotros comprendemos que para Usted debe resultar muy desagradable este momento, usted que no tiene que ver nada con esto que ocurre. … Nosotros tenemos [hacia ustedes] ese sentimiento de hermanos, pero entendimos imprescindible expresar todo esto a fin de que cuando usted regrese a la Unión Soviética tenga plena y claramente las opiniones de nuestro Ministro de las Fuerzas Armadas”.

Como Risquet siempre enfatizaba cuando hablaba conmigo, lo que él estaba haciendo era ejecutar las instrucciones de Fidel y de Raúl, no estaba improvisando sino ejecutando la política del alto mando de la revolución cubana. Pero lo que él soslayaba era que lo hacía con una inteligencia, un brillo y una elocuencia poco común.

Y esta elocuencia, inteligencia y brillo caracterizaron la actuación de Risquet cuando estuvo al frente de la delegación cubana en las negociaciones cuatripartidas de 1988 (entre Suráfrica, EE.UU, Cuba y Angola) para lograr la paz en el suroeste de África. La reunión decisiva,  fue la reunión del Cairo, a fines de junio de 1988. En aquel momento ya las tropas cubanas habían parado en seco la embestida surafricana contra Cuito Cuanavale en el sureste de Angola y ahora, en el suroeste, columnas cubanas estaban avanzado hacia la frontera de Namibia – ya estaban muy cerca de ella, y MIGs cubanos volaban en los cielos del norte de Namibia.

La reunión del Cairo fue la ultima reunión en que los surafricanos llegaron con sus exigencias absurdas: la retirada simultanea de las tropas surafricanas y cubanas de Angola, gobierno de unidad nacional entre el MPLA y Savimbi en Luanda, y que se dejara para después cualquier discusión sobre la independencia de Namibia. Estas exigencias eran absurdas porque Cuba, como dijo Raúl unos días antes de la reunión del Cairo, les había virado la tortilla a los surafricanos, las tropas cubanas habían ganado la superioridad sobre el ejército surafricano y gringos; y los surafricanos lo sabían.

Fue Risquet, elocuente, apasionado, un maestro en el arte del sarcasmo, quien dominó la sesión. “Un documento huérfano de seriedad y de realismo como el presentado por el gobierno de la RSA constituye una broma de mal gusto,” dijo, refiriéndose al pliego de las exigencias surafricanas. “La época de las aventuras militares, las agresiones impunes, las masacres de refugiados como la de Cassinga, en 1978 y otros hechos similares contra el hermano pueblo de Angola, esa época ha finalizado. … África del Sur debe entender que no obtendrá en esta mesa de negociaciones lo que no ha podido obtener en el campo de batalla. … Como si se tratara de un ejército vencedor en vez de lo que es en realidad, un ejército agresor, golpeado y en discreta retirada, los surafricanos piden en su documento el número exacto de tropas cubanas estacionadas en Angola y los lugares donde estas se encuentran dislocadas. Por razones obvias, este no es un dato que debe unilateralmente suministrarse a la otra parte en ningún conflicto. Cabría la alternativa de tratar de hacer una verificación ‘in situ’ por la parte requirente la información.”

Al terminar la reunión, el jefe de la delegación estadounidense, el Secretario de Estado adjunto para África, Chester Crocker, pidió una reunión con Risquet. Crocker parecía creer que una virtud necesaria para un diplomático estadounidense era la arrogancia. Estaba acostumbrado a tratar a los angolanos como poca cosa, con altanería. Pero ahora se enfrentaba a un cubano, a un representante de Fidel Castro, cuyos soldados estaban avanzando hacia la frontera con Namibia. Para surafricanos y gringos, la gran interrogante era, ¿se detendrían los cubanos en la frontera? Para saberlo, Crocker fue donde Risquet. “Una pregunta que surge es la siguiente,” le dijo: “¿Cuba tiene la intención de detener su avance en la frontera entre Namibia y Angola?” Risquet respondió: “Yo no le puedo dar esa respuesta. Yo no le puedo dar un meprobamato ni a usted ni a los surafricanos… Yo no he dicho que no van a detenerse ni que van a detenerse… Entiendame bien, yo no estoy amenazando. Si yo le dijera que van a detenerse, yo le estaría dando un meprobamato, un Tylenol, y no quiero ni amenazar ni quiero darle un calmante … Lo que he dicho es que solo los acuerdos sobre la independencia de Namibia pueden dar las garantías”

Hay quienes en Cuba criticaron a Risquet porque le había hablado demasiado duro al gringo. Por cierto, hay momentos en que hay que hablar suave – pero hay otros en que la mejor medicina es ponerse firme, y Risquet intuyó, muy correctamente, que aquel era el momento, porque solo el miedo del avance victorioso de las tropas cubanas en Namibia obligaría a EEUU y Suráfrica a aceptar las justas exigencia de Angola y Cuba. Y así fue. Refiriéndose a esta reunión, y a Risquet, Crocker lamentó en un cable a su gobierno: “Descubrir lo que piensan los cubanos es una forma de arte. Están preparados tanto para la guerra como para la paz… Hemos sido testigos de una gran fineza táctica y de una verdadera creatividad en  la mesa de negociaciones. Esto tiene como telón de fondo las fulminaciones de Castro y la proyección de fuerza sin precedentes de su ejército en el terreno”.

Es cierto, Risquet ejecutaba las instrucciones de Fidel y Raúl – pero qué bien lo hacía!!

Y ahora este hombre noble, generoso, entregado a la revolución y a sus líderes ha muerto. Cuba ha perdido a un gran hombre. Y yo, he perdido a mi hermano.

Fuente: La pupila insomne


 

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