La defensa de la identidad cultural

(Por Juventud Rebelde)

La cuestión de la identidad en el ámbito de la cultura no deja de ser un asunto polémico. Mientras que para algunas personas la defensa de lo identitario parecería anclarse en tradiciones inamovibles y prácticas sociohistóricas que definieron por siglos lo nacional, lo cubano, para otras es un concepto mucho más flexible, que tiende a evolucionar con el tiempo, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

En un mundo globalizado, interconectado, dependiente en cuanto a códigos culturales que cruzan fronteras y pasan de una sociedad a otra con más o menos exactitud, no es posible pretender que la identidad cultural sea una categoría rígida, detenida en el tiempo, poco dialéctica.

Sin embargo, siempre habrá elementos que definan qué fuimos, qué somos y qué queremos ser, incluso dentro de esa gran mescolanza de atributos culturales universales. La salvaguarda creativa de esos valores comunes que en nuestro caso definen la cubanía, no iría por los caminos de negar la diversidad de influencias ni de cerrarse a lo foráneo, sino por la asimilación crítica de lo mejor de otras culturas para insertarlo en ese tronco nacional que nos hace identificarnos.

Esta ha sido además una de las características fundamentales de nuestro proceso de formación de nación, cultura e identidad a lo largo de toda nuestra historia, en un país siempre sujeto a múltiples influencias.

Mucho más se puede hacer, no obstante, por abonar lo más significativo de esa identidad cultural propia. Tampoco es cuestión de arrinconar o negar lo tradicional, sino de asumirlo con la suficiente frescura creativa que permita darle continuidad en medio de las nuevas tendencias e interdependencias culturales.

Pero la preservación de la identidad cultural no se consigue con aferrarse a los códigos viejos de presentación y tratamiento desde lo folclórico, a veces con tintes de conservadurismo que tienden más a parecer una caricatura, o una reducción de lo identitario a fórmulas trilladas que poco o nada nuevo aportan a las nuevas generaciones.

La identidad cultural se defiende, sobre todo, con autenticidad creativa. Con estudio profundo de nuestra historia en cualquier ámbito de la vida, para la apropiación de sus esencias, y sin negar en ningún momento la evolución de la cultura, incluyendo la incorporación de nuevas formas y vehículos para la expresión de esa cubanía que tanto nos enorgullece.

Los mejores y más sólidos aportes a la identidad cultural no se suelen hacer de modo premeditado, con un simple propósito conservacionista, sino que casi siempre son el resultado natural del devenir de las ideas, con el replanteo de lo conocido de una manera valiente, e incluso bajo la forma aparente de una intensa ruptura con lo anterior, que conlleva a un constante enriquecimiento a partir de la incorporación de lo mejor que alcanza a desarrollar la especie humana, para echarlo dentro de ese ajiaco cubano que tan sabroso —y definitivo— nos sabe.

Fuente: Juventud Rebelde


 

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