Estados Unidos promueve Estados vasallos en América Latina

(Por Ricardo Arturo Salgado*)

La reciente agresión contra el presidente Ignacio Lula da Silva en el Brasil, nos obliga a reflexionar sobre muchos asuntos que requieren un entendimiento meridiano. Las clases dominantes latinoamericanas siguen respondiendo a las guías emanadas de Estados Unidos.Ya abordamos el  escenario actual para la izquierda en nuestro continente; pero eso solo sirve para el inicio de un debate mucho más amplio, alrededor del papel norteamericano en la política interna de nuestros países, para ello resulta necesario examinar su forma de vernos.

Uno de los debates más permanentes en nuestras organizaciones políticas se centra en cómo llevar adelante cambios profundos sin entrar en contradicción con Estados Unidos. Muchas veces nos tildan de “incendiarios” por nuestras posiciones antiimperialistas. Incluso nos vemos forzados a moderar el lenguaje, en el ánimo de encontrar un espacio en el que podamos coexistir con nuestro vecino del norte. Pues bien, el problema radica en que, más allá de nuestras palabras, Estados Unidos es un imperio, y ellos se ven a sí mismos como tal.

La idea de la geopolítica, la geoestrategia y la hegemonía no son nuevas; hace años se definen muchas historias, fronteras e incluso la existencia de pueblos desde una construcción vil que define y ubica a cada uno de nuestros países. Estos son encasillados en moldes en los que deben encajar, para mantener el equilibrio deseado por aquellos que creen en un “destino manifiesto”. Estas tesis de control del mundo son el pilar fundamental de todas las acciones imperiales. A partir de 1991, Estados Unidos se considera a sí misma la única y primera potencia global sobre el planeta, y se plantea con determinación su papel y las acciones que debe tomar para que esa condición se perpetúe.

Las tesis geoestratégicas definen tres tipos de Estados: a) Los actores o jugadores, que son los que tienen capacidad real de alterar las condiciones de los demás. Esto se da en contextos tanto global como regional. Según ellos los jugadores globales actuales serían Estados Unidos, Rusia, y China (nótese que no se incluye a la Unión Europea, que es vista como un apéndice de Estados Unidos organizado en la OTAN). b) Los Estados Pivote que pueden servir para facilitar la acción de los jugadores y que, en razón de su utilidad, revisten mucha importancia. En esta categoría se ubicarían Alemania, Francia, Japón, Turquía e incluso Irán; y c) los Estados Vasallos que son aquellos que están plegados a las directrices de alguno de los jugadores.

Los criterios para ubicarse en alguna de las categorías, según los geopolíticos más connotados están relacionados con la fuerza, representada por la capacidad militar (en primer término), la influencia económica, la independencia relativa con respecto a los jugadores. Para la política global, el espacio vital más importante es Eurasia, lo que implica que nuestra región es, a los ojos gringos, un territorio destinado al vasallaje, y debe hacer lo que haga falta para que eso se mantenga como realidad.

Como hemos repetido varias veces, los gringos no funcionan pensando en el bien o en el mal; lo hacen convencidos de que las cosas deben ser así. Para ello han hecho una enorme estructura que incluye el ámbito cultural, que durante décadas nos inyectó el ideal del American Way of Life, como parte de esta visión estratégica. Nuestra tendencia al consumismo cuasi esquizofrénico, por ejemplo, no es casual, ni tampoco representa avances significativos en nuestro estilo de vida; lo que es peor, hoy este aspecto ideológico es utilizado contra nuestros procesos revolucionarios y contra nuestros pueblos.

A partir de 1959, Cuba se convirtió en un problema para Estados Unidos, pues abandonó su posición de Estado Vasallo, aunque los estrategas gringos creyeron que se trataba simplemente de que los cubanos pasaban a estar bajo la égida de la Unión Soviética. Justo por esa miopía manifiesta, pensaron en la destrucción de la revolución cubana como uno de los efectos de la caída de la Unión Soviética (hecho que ellos proclaman como su victoria). Claro está, resulta casi inaceptable para su lógica admitir que su clasificación de las naciones es absurda y criminal.

Hacia finales del siglo XX, los geo estrategas veían a Rusia como un rival débil e incapaz de recuperarse en muchísimos años. La división de la Unión Soviética, motivó muchas acciones desestabilizadoras en todo el mundo, y, además definió objetivos fundamentales para las siguientes décadas, Ucrania fue el principal. Por esa razón, ese país está siendo desangrado por la acción permanente del sabotaje gringo. Además, siguen viendo a China como un peligro creciente, pero sin capacidad global, lo que nos lleva a entender que todo este esquema de pensamiento basa casi todo su sustento en el monopolio de la violencia.

A Estados Unidos no le interesan ni la democracia ni la paz, está siempre ocupado en su posición hegemónica global, y trabaja permanentemente en mantener su preeminencia en el campo de la violencia. Entonces debemos ver aquí una suma de elementos que son consustanciales a toda política norteamericana en nuestra región: hegemonía + violencia, lo que equivale de nuestra parte a vasallaje + obediencia. Y aquí está el meollo del asunto, las clases dominantes latinoamericanas ofrecen esas condiciones, pero las propuestas revolucionarias, la multipolaridad, la soberanía son elementos contrarios a la visión yanqui del mundo.

A partir de la llegada del Comandante Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, se inició una etapa peligrosa para la lógica de dominación ya expuesta. Para los gringos siempre fue fácil controlar y “estabilizar” nuestros países a su conveniencia, usando todo tipo de sortilegios (siempre recurriendo a la brutalidad contra nuestros pueblos), con la ya mencionada excepción de Cuba, que no parecen haber asimilado hasta ahora. La primera década del siglo XXI vio crecer los proyectos revolucionarios que fueron configurando una realidad distante del predominio imperial en la región.

Si bien es cierto existen diferencias sustanciales entre nuestros países, bajo la óptica imperial, todos éramos Estados Vasallos, con condiciones que iban desde Estados Nación más o menos fuertes institucionalmente (Brasil, México, Chile) hasta Naciones conformadas por relaciones cuasi tribales cuya existencia dependía mucho de factores primitivos (por ejemplo Honduras), todo un espectro que, sin embargo, nunca dejó en conjunto de ser “el patio trasero”.

Nuestras revoluciones contravienen la lógica de la dominación. Eso lo sabía muy bien el comandante Chávez, lo sabe el comandante Fidel Castro. Ese entendimiento los llevó a la conclusión de que la única vía posible de emancipación es la integración regional, considerando los enormes vínculos históricos que nos unen. La integración latinoamericana es exactamente la antítesis de la hegemonía yanqui, y, como consecuencia de eso, un objetivo primordial a destruir para los gringos.

Dicho de otra manera, nuestra independencia, nuestra soberanía, son vistos por el imperio como hechos hostiles, y eso los obliga a responder con todos sus medios, incluida la violencia. Nada más representativo de esto que el re despliegue de la IV Flota en nuestras costas. Así las cosas, los actos contra nuestras democracias populares, los asesinatos políticos, las desapariciones, las guerras económicas, los bloqueos comerciales, son vistas por los pensadores gringos y sus funcionarios, como legítimos, correctos y necesarios.

Para ello cuentan con las oligarquías locales, que han servido fielmente a la posición hegemónica gringa en nuestro continente, y, además, se han consolidado y enriquecido gracias al favor imperial. Esas oligarquías, organizadas en verdaderas mafias, cuentan con el soporte total del sistema, incluyendo la ideología, hoy por hoy, su arma más poderosa. De nuevo, no interesan la democracia, ni las libertades, ni postulados románticos y utópicos (como la cacareada libertad individual proclamada por el neoliberalismo).

Aunque se puede afirmar que la agresión contra nuestros procesos no se ha detenido nunca, la contraofensiva imperial en América Latina inicia en junio de 2009 en Honduras con el Golpe de Estado Militar que terminó con el proceso de integración hondureña a la región y la transportó de regreso a un estado de barbarie total. Luego de la experiencia hondureña los métodos se fueron afinando, y la guerra por el “patio trasero” se ha activado simultáneamente en numerosos frentes y países.

A partir de ese momento, el trabajo por someter aún más a los países vasallos (como México, Colombia, Chile o Perú, etc.) se ha intensificado mientras se trabaja laboriosamente para poner al borde del colapso a los Estados más pobres (como los centroamericanos, especialmente Honduras, que en la práctica no existe). Simultáneamente, se libra una guerra abierta y descarnada contra todos los países que apuestan a la integración. Más aun, los Estados Vasallos se han convertido en agentes ralentizadores del proceso integracionista desde su interior, quinta columnas que apuntan a provocar una implosión de organismos como UNASUR y la misma CELAC.

La guerra económica en Venezuela, la inseguridad en Venezuela, la escasez de productos, no son producto de la imaginación del gobierno bolivariano, forman parte de una guerra, cuyos soldados más visibles están en la MUD. Nada es casual, como tampoco es casual el rentismo petrolero, ni las dificultades para salir de él. Trágicamente, muchos caen en la trampa y culpan al gobierno por un problema histórico y consustancial a nuestra condición de estados vasallos.

La llegada de Macri a la presidencia de la Argentina demuestra fehacientemente este planteamiento. Desde su llegada, y en apenas dos meses, ha descargado todo su ataque contra las conquistas obtenidas durante los años del kirchnerismo. Ha transado con los fondos buitres, dejando de lado toda la dignidad y soberanía ganados, y, por supuesto, avanza en el regreso al Estado Vasallo, y, con ello, consolida la posición anti integración de la región.

Igual sucede en Brasil, donde ya hace más de un año que se ataca a la estructura creada por el Partido de los Trabajadores, llegando al paroxismo de la agresividad con su agresión al presidente Lula. Igualmente han debilitado la economía de El Salvador, donde el gobierno del presidente Sanchez Cerén sufre un ataque brutal de la derecha de su país (derecha sobradamente conocida por sus antecedentes criminales).

A forma de conclusión diremos que el problema de la coexistencia con Estados Unidos no está en nosotros, por lo que no podemos controlarlo. Cualquier intento nuestro por cambiar el orden establecido es considerado peligroso por ellos y actúan de acuerdo a lo que les indica su visión. Incluso en este momento, en que se muestran “abiertos” hacia Cuba, mantienen acciones hostiles contra la isla revolucionaria, e incluso mantienen frentes de agresión que no se limitan al bloqueo y que son menos visibles.

La integración latinoamericana es fundamental para nuestros pueblos, no solo porque nos ubica en una mejor posición para decidir nuestra historia, sino porque obliga a un replanteamiento de la visión geoestratégica del imperio. La defensa inmediata de los procesos revolucionarios, comenzando por el venezolano, sin soslayar ningún otro, debe materializarse mucho más allá del simple pronunciamiento. Es imperativo formular un plan concreto para la integración regional, donde se incluyan etapas, pasos, procesos. Igualmente necesario es el pensamiento creador de una nueva visión latinoamericanista.

Los argumentos geoestratégicos no toman nunca en consideración nuestros pueblos (ni los de ningún país). Esto choca frontalmente con nuestra posición humanista, por lo que es necesario masificar el conocimiento del pensamiento imperial; esto significa que no basta con mostrar nuestras ideas (que dicho sea de paso, requieren muchísimo trabajo) sino mostrar el verdadero rostros de quienes hoy nos “venden” todo lo que pensamos.

Gran parte del terreno que debemos caminar pasa por un conocimiento minucioso y colectivo del pensamiento de nuestro enemigo (enemigo porque él se define así). La coexistencia y la paz no serán posibles sino logramos cambiar drásticamente nuestra realidad. Estos cambios, como cualquier cambio que se ha dado a lo largo de la historia, no será fácil, pero esta a nuestro alcance.

*A la memoria del Comandante Hugo Chávez en el tercer aniversario de su siembra, y de Berta Cáceres, hondureña insigne cuya vida nos inspira a no rendirnos jamás.

Ricardo Arturo Salgado es Licenciado en Matemáticas de la Universidad Autónoma de Honduras. Estudios de Postgrado en Sociología: Universidad de Berlín. Experto en Investigación Social en Zonas Costeras entre poblaciones Pesqueras.

Fuente: Cubadebate


 

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