(Por Notas.org.ar)
Durante la madrugada del 28 de marzo de 1942 falleció en Alicante, enfermo y preso de la dictadura franquista, el poeta español Miguel Hernández. Sus versos, acompañaron su lucha por un mundo mejor. Con apenas 31 años, dejó una obra que le vale el reconocimiento hasta nuestros días.
Habiendo nacido el 30 de octubre de 1910 en Orihuela (comunidad de Valencia), el joven Miguel creció en una familia que se dedicaba al criado de las cabras. A los 15 años, debió abandonar los estudios ya que su padre lo obligó a dedicarse al negocio familiar. Sin embargo, fue allí donde comenzó a escribir sus primeros poemas.
Hernández conformó en aquella segunda mitad de la década del ’20 un círculo literario con otros jóvenes de Orihuela como Carlos Fenoll, su hermano Efrén Fenoll, Manuel Molina y José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que posteriormente adoptó el seudónimo de «Ramón Sijé».
El 25 de marzo de 1931, a sus 20 años, obtuvo su primer y único premio literario. Se lo otorgó la Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano por un poema de 138 versos llamado “Canto a Valencia”.
Su primer libro, Perito en lunas, se publicó en 1933. Esa obra lo catapultó a Madrid donde comenzó a trabajar en diversas revistas y publicaciones. Allí conoció, entre otros, al poeta chileno Pablo Neruda. También por esos años (en 1935) falleció su amigo Ramón Sijé, al que dedicó entonces su poema “Elegía”.
Con el alzamiento de Francisco Franco en Marruecos y el estallido de la Guerra Civil Española en 1936, Miguel no dudo en enlistarse en las filas republicanas, al tiempo que se sumó al Partido Comunista Español.
Durante el conflicto participó en batallas en Teruel, Andalucía, Extremadura y Jaén. El 9 de marzo de 1937 se casó en Orihuela con Josefina Manresa. Pero al poco tiempo tuvo que volver al frente de batalla. En 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid y Valencia, donde conoció a César Vallejo.
Más tarde viajó a la Unión Soviética en representación del gobierno de la República. A su regreso escribió Pastor de la muerte y otros poemas recogidos más tarde en su obra El hombre acecha.
En diciembre de 1937 nació su primer hijo, Manuel Ramón, que murió a los pocos meses. A él está dedicado “Hijo de la luz y de la sombra”. En enero de 1939 nació su segundo hijo, Manuel Miguel, a quien dedicó posteriormente las famosas “Nanas de la cebolla”, cuando ya estaba preso y su mujer le escribió diciendo que solo tenía para comer pan y cebolla. Ese mismo año escribió un nuevo libro: Viento del pueblo.
Al finalizar la guerra El hombre acecha se había terminado de imprimir. Sin embargo, la triunfante dictadura franquista ordenó destruir todo el material. Dos ejemplares que lograron salvarse permitieron la reedición del libro en 1981.
Hernández intentó huir a Portugal, pero allí la policía del gobierno fascista portugués lo devolvió a España donde fue puesto en prisión.
Gracias a las gestiones de Neruda salió de la cárcel y regresó a Orihuela. Pero allí fue delatado y detenido. Ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. José María de Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él y se le conmutó la pena de muerte por 30 años de cárcel.
Luego de pasar por varias instituciones penitenciarias en 1941 fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante. Allí se enfermó primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942. Tenía 31 años de edad.
Su amigo Pablo Neruda escribió tras su muerte: “Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra (…) ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”.
Elegía – Miguel Hernández
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Fuente: Notas
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