(Por Ángel Guerra Cabrera)
Las recientes derrotas electorales de distintas categorías sufridas por algunos de los gobiernos independientes, que no comparten el dejar todo al mercado y partidarios de la unidad e integración de América Latina y el Caribe, han generado –tanto a la derecha como a la izquierda– ideas erróneas sobre un supuesto futuro desfavorable para las luchas populares en nuestra región, o uno verdaderamente revolucionario, de abajo a arriba, a diferencia de esos gobiernos progresistas, supuestamente verticalistas, extractivistas y autoritarios.
Algunos llegan al extremo de afirmar sin argumentos que ahora viene el momento de los movimientos sociales y termina el de los partidos políticos y gobiernos progresistas como si esos sujetos fueran necesariamente excluyentes entre sí por más que entre ellos existan contradicciones, pero en modo alguno antagónicas. Pues lo que enseña la historia pasada y reciente de nuestra América es que la clave del éxito de las luchas populares es su adecuada y coordinada combinación, en las que los movimientos sociales, los partidos de izquierda o nacional-populares y los gobiernos pueden y deben complementarse, cada uno en su papel, para alcanzar sus objetivos liberadores a corto, mediano y largo plazo.
Puntualizo, mejor que el vocablo progresistas, prefiero los adjetivos que enumero en el primer párrafo para denominar a esos gobiernos puesto que definen con mayor precisión lo que les es común en cuanto a su contenido político y social y objetivos. Además, aquel vocablo, como tantos otros procedentes de la cultura política europea, no se ajusta a las realidades históricas y socio-culturales latino-caribeñas, no es preciso para definir a esos gobiernos y ha sido desprestigiado por partidos y organizaciones supuestamente socialdemócratas, pero que suscriben el dogma neoliberal.
Otro gravísimo error es desconocer el papel histórico de esos gobiernos surgidos a partir de la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, que han hecho una contribución sin precedente a la concreción del proyecto nuestroamericano de Simón Bolívar, José Martí y otros de nuestros insignes libertadores. Esos gobiernos promovieron y promueven una elevación de la conciencia política de nuestros pueblos, lograron la instauración de una nueva generación de derechos humanos de hondo contenido social y democrático y la creación de todo un entramado de organizaciones de unidad e integración latino-caribeña como Unasur, la Celac, Petrocaribe, el Mercosur antineoliberal y la Alba.
Su gestión ha estado marcada por el surgimiento de un nuevo sujeto histórico-social en Venezuela y otros países de la región que ha llegado a acceder a cuotas de poder y participación política de los pueblos nunca antes alcanzadas en nuestra región. El chavismo es, por cierto, aunque no el único, el primero en constituirse y posiblemente el más combativo de ellos, acaso junto a los movimientos sociales bolivianos.
Esta etapa, marcada por la elección de un grupo de presidentes que con la conducción de Fidel, Chávez, Kirchner y Lula consiguieron la derrota del Alca y el impulso a un nuevo sentido común antineoliberal no ha concluido por el hecho de que algunos de los gobiernos surgidos en ella hayan sufrido derrotas electorales.
No terminó la lucha social y revolucionaria en Venezuela porque el chavismo perdiera la mayoría en la Asamblea Nacional, al contrario, se ha intensificado; ni en Bolivia, por la derrota del referendo que proponía la repostulacion de Evo Morales; ni tampoco en Argentina, mucho más grave al ser desplazado el kirchnerismo del Ejecutivo y desencadenarse con el gobierno de Macri una ofensiva desmanteladora de las conquistas sociales logradas, que pretende llevar la entrega de la soberanía y las riquezas del país, así como su endeudamiento externo, a extremos sin precedente en la historia nacional, no alcanzados ni bajo el régimen entreguista de Carlos Menem.
Lo que nos enseñan estos tiempos es que la conciencia política y el empoderamiento de los pueblos que se logró a partir de Chávez difícilmente se borre de su memoria. Eso es lo que Macri no puede arrebatar a los argentinos por más que desmantele las conquistas del periodo kirchnerista.
Así lo demuestran las gigantescas marchas y articulaciones populares que se producen hoy en Argentina y Brasil, y la batalla contra el imperialismo que siguen dando el chavismo y los movimientos sociales de Bolivia con inteligencia y resolución. Volveré sobre el tema.
Fuente: La Jornada
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