Contra injerencismo golpista de Almagro en Venezuela: Carta para adherir

Señor
Luis Almagro
Secretario General
Organización de los Estados Americanos (OEA)

Quienes suscribimos la presente nos dirigimos a usted a fin de expresarle nuestro legítimo reclamo y protesta por su infortunado y errático desempeño como Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Consideramos que, lejos de contribuir a los fines establecidos en la Carta fundacional, su accionar ha dejado sistemáticamente de lado los postulados de la Organización que usted debería desarrollar pulcramente por mandato de los Estados miembros que lo eligieron para tal fin.

Usted, Sr Almagro, es un asalariado del sistema interamericano -para quien los trabajadores del continente aportamos invariables y continuas cuotas periódicas de nuestro sueldo y sostenemos sus gastos personales- para que cumpla estrictamente y sin devaneos sus funciones asignadas en el Capítulo XVI de la Carta de la OEA. Como es conocido, usted intenta acomodar el mandato legal institucional a su muy particular y estridente visión política e ideológica.

Los Estados Americanos, al crear la Organización de Estados Americanos, concordaron en el Artículo 1 de la Carta Fundacional que ésta debía servir para “lograr un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia”. Además, ese mismo Artículo es categórico en su segundo aparte al señalar que: “La Organización de los Estados Americanos no tiene más facultades que aquellas que expresamente le confiere la presente Carta, ninguna de cuyas disposiciones la autoriza a intervenir en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados miembros.”

Esta disposición constituye la égida fundamental de la OEA y es, precisamente, la que usted se ha empeñado en soslayar y mancillar reiteradamente con su obsesión y obstinación por intervenir descarada, interesada y parcializadamente en los asuntos internos de la República Bolivariana de Venezuela.

Siendo el representante legal y político de la OEA debería, entonces, resguardar esta obligación de no intervenir y tampoco permitir la intervención de otros, ya que con sus acciones, omisiones y declaraciones ponen en grave riesgo no solo la Democracia, sino también el orden de Paz y de Justicia, la Soberanía, Integridad Territorial e Independencia de un Estado miembro de la OEA, en tanto que es su deber preservar tal como lo mandata la Carta fundamental.

Su obsceno y descarado servilismo a los más oscuros intereses imperiales ofende en demasía a los pueblos latinoamericanos al prestarse al juego de los Estados Unidos y la derecha continental y extracontinental para atacar reiteradamente a Venezuela con el objeto de desestabilizar y, de ser posible, derrocar al Presidente Nicolás Maduro Moros y coadyuvar en el propósito de las transnacionales de eliminar el modelo socialista encarnado por la Revolución Bolivariana.

Es inaudito e indecente que usted, Sr. Almagro, se haga vocero y asuma el papel de Embajador de la derecha mantuana golpista venezolana contraviniendo los postulados de la Carta Democrática Interamericana, y pretenda subvertir institucionalmente, y desestabilizar, al Gobierno del Presidente Maduro.

Los conceptos que sobre su persona emitió el ex Presidente José Mujica reflejan fielmente el sentimiento de frustración que comienza a levantar el rechazo unánime a su conducta, la que no creemos posible de reconsiderar o enderezar dado su evidente compromiso con los poderes fácticos continentales.

Un ligero asomo de dignidad, Sr. Almagro, le obligaría a retractarse de sus infames acusaciones contra el sistema electoral venezolano. Su conducta, reconózcalo, no es ecuánime ni su desconcertante desempeño augura buenos tiempos para la democracia en los sufridos pueblos del sur, si es que pudieran ser peores.

Sabemos que el Departamento de Estado norteamericano y los “lobbystas” de las grandes transnacionales pagan cuantiosas sumas en el ya prolongado proceso político, comunicacional y económico diseñado para acabar con la Revolución Bolivariana y así volver a apoderarse de las ingentes reservas de recursos naturales (energéticos, hídricos, mineros, forestales, pesqueros, etc.) que posee nuestra querida Venezuela, a la par de tratar de imponer el modelo neoliberal-privatizador.

Resulta vergonzoso ver como usted rasga sus vestiduras tratando de justificar lo injustificable al haber defendido el fracasado intento de hacer pasar la Ley de Amnistía que promovió un odioso sector de la derecha golpista venezolana pretendiendo impunidad en graves crímenes y delitos contra la sociedad y el Estado venezolano, incluyendo homicidios, lesiones graves y gravísimas, narcotráfico, terrorismo, estafa bancaria e inmobiliaria, incendio, instigación al odio y apología del delito, incluso la utilización de niños, niñas y adolescentes, entre otros que suman más de cuarenta delitos no políticos los hubiesen quedado impunes, reconociendo, además, patente de corso a los políticos que elijan vías no democráticas y constitucionales para salir de los gobiernos que le sean adversos o incómodos como es el caso de Carmona, López, Ledezma, Ceballos, Rosales, Machado y demás golpistas convictos y confesos en Venezuela.

Su intención de desestabilizar a Venezuela es clara. Quienes hacemos seguimiento a su nefasta gestión como Secretario General de la OEA la vemos casi a diario en sus declaraciones, reuniones y actitudes conspirativas. Una conducta reprochable y antidemocrática resaltable es su apego a la extrema derecha continental y su menosprecio por los pobres y los oprimidos. Negarse a escuchar a todos le señala como un hombre injusto.

También queda clara esta intención en su silencio cómplice ante las tropelías de los gobiernos de derecha del continente: nada le hemos escuchado sobre el apresamiento de la diputada y dirigente indígena Milagro Salas en Argentina; el asesinato de la compañera Berta Cáceres en Honduras; la desaparición forzada de miles de personas en México y Colombia; los más de 120 mil trabajadores despedidos por el gobierno argentino; la censura a los medios de comunicación que pretende imponer ese mismo gobierno por vía de decretos y leyes, o la pretensión de cerrar y acallar la voz de Telesur en ese país. O en su silencio ante los abusos policiales a los negros en Estados Unidos; al mapuche en Chile; a los indígenas en el Perú; en su silencio ante la tortura en Guantánamo y la no devolución de dicho territorio cubano por parte de Estados Unidos; en su complicidad silenciosa con la corrupción de las elites políticas y empresariales en Honduras, Chile, Brasil y en todas las demás que conocemos a partir de la filtración de los Papeles de Panamá.

Cuando parecía improbable que Estados Unidos consiguiese un mejor reemplazo al servilismo cómplice, apareció usted para prestar sus bajos servicios como esbirro satrapilla, encargado de la concreción y aplicación del Decreto de Barack Obama que declaró a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de los Estados Unidos” y, por tanto, autoriza a su gobierno, incluyéndolo a usted en su carácter de Ministro no gratuito a tomar toda clase de acciones y medidas para enfrentar a la digna República Bolivariana.

Suscribimos la presente,

Enviar firmas (nombre/país) a: solidaridadvenezuela2016@gmail.com


 

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