(Entrevista de Camila Vollenweider / Celag)
Desde que asumió la Secretaría General de la UNASUR, ¿cuál cree usted que han sido los principales logros, y en qué aspectos institucionales se ha visto fortalecida?
Pienso que el principal logro es haber conseguido posicionar a UNASUR como un interlocutor político dentro de la región. UNASUR nació como resultado de una serie de procesos políticos complejos a finales del siglo pasado, que suscitaron la necesidad de crear una entidad que defendiera conceptos políticos como el de la preservación de esta región como una zona de paz en el mundo, la vigencia de la continuidad democrática como un propósito de mantener a la región dentro de unos estándares de participación ciudadana, y la vigencia de los derechos humanos en términos generales. Esa defensa, por supuesto, supone unos niveles de interlocución política que creo que de alguna manera he logrado mantener durante el tiempo que llevo en esta Secretaría.
En cuanto a lo institucional, hemos reforzado la segunda tarea más importante de UNASUR que es ser un generador de políticas públicas. UNASUR funciona con 12 Consejos Sectoriales y 6 Grupos de Trabajo, y hemos reagrupado estos Consejos en función de ciertas prioridades. Por ejemplo, hay alrededor de 3 agendas centrales: una agenda social, cuyo propósito fundamental es la inclusión; una agenda económica, cuyo propósito fundamental es la productividad, y una agenda política cuyo propósito fundamental es la participación ciudadana. A partir de esa reorganización creo que hemos fortalecido la presencia política de UNASUR.
Pasados ya 9 años de la creación de UNASUR, ¿cómo analizaría la situación actual del proceso de integración unasureño?
Yo tendría que separar lo que fue el momento en que asumí la Secretaría de UNASUR, que fue una especie de “luna de miel” donde todos los países, de alguna manera, estaban enfocados en unos logros específicos, había niveles de crecimiento importantes. Todos los países de la región -sin excepción-, habían logrado sacar cerca de 180 millones de personas de la pobreza, había unos logros específicos y una gobernabilidad relativamente garantizada. Hoy debo reconocer que la crisis económica, de alguna manera, ha “contaminado” la política y las posibilidades de mantener los logros sociales, y eso de alguna forma se ha traducido en dificultades de gobernabilidad. Por supuesto que en la región se mantienen unos propósitos comunes y no se ha renunciado a cierto tipo de principios pero estamos en dificultades porque la mala economía ha traído una mala política y esa política ha dificultado las posibilidades de mantener unos equilibrios en materia de integración.
Sabemos que dentro del grupo de países que conforman la UNASUR hay divergencias respecto de las políticas comerciales con otros países o bloques, particularmente Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Cómo afecta esto a los procesos de integración, siendo que cada vez son más los países que están manifestando su voluntad de avanzar en estos Tratados de Libre Comercio?
Hay que partir del concepto básico según el cual nuestro propósito fundamental es articular un proyecto político de región, y los temas que tienen que ver con la parte de la integración comercial y económica están en otro nivel. Podríamos sintetizar esta especie de dicotomía diciendo que nosotros somos partidarios de un regionalismo abierto en lo económico, pero con una integración política en lo regional. O sea, es válido que los países, en función de sus intereses, encuentren unos relacionamientos a través de mecanismos, como pueden ser la Alianza del Pacífico, la participación de los países petroleros en la OPEP o, de alguna forma, el liderazgo que está ejerciendo Brasil en el seno de los BRICS. Todo eso es absolutamente válido dentro de un concepto de regionalismo abierto en lo económico y cuando no haya un renunciamiento a los principios políticos fundamentales que hablábamos.
Respecto de lo que ocurrió aquí en Ecuador con el terremoto, ¿UNASUR cuenta con programas o políticas específicas para abordar este tipo de catástrofes naturales en la región?
Mi experiencia como ex Presidente de un país en el cual los desastres no son cosa excepcional, es que a veces termina siendo mayor desastre el manejo de los desastres que los desastres mismos. Por eso hemos impulsado desde UNASUR un Manual de Manejo de Riesgos Naturales que ya fue consensuado y aprobado por los Cancilleres y por los responsables del tema, que permite, hacia adelante, que haya una coordinación, inclusive un apoyo operativo cuando ocurren situaciones como la del terremoto. El martes de esta semana viajamos con los embajadores de UNASUR a las zonas cero; estuvimos en Manta y fuimos a hacer entrega de algunos apoyos que hemos conseguido con recursos que recogimos entre nosotros mismos. Pero también hablamos sobre ciertos temas, por ejemplo, experiencias que tienen algunos países en el manejo de albergues. Actualmente hay 40.000 personas en albergues de la zona del terremoto, la política hacia los sectores poblacionales que padecen alguna minusvalía, que son los que quedan doblemente minusválidos porque no tienen capacidad de movilizarse, apoyar la iniciativa que ha adoptado el Presidente Correa que haya una Secretaría Operativa que de alguna manera se adelante y permita coordinar los primeros apoyos, los primeros auxilios, que son los más importantes, y los que vienen después, cuando la gente ya se olvidó que existió la tragedia. Estamos trabajando en función de lo que tenemos para ofrecer pero, en síntesis, hay un manual que hacia el futuro va a permitir que los países respondan coordinada, oportuna y pertinentemente a la ocurrencia de este tipo de desastres naturales.
¿Cómo ve el futuro de los proceso de paz en Colombia?, ¿Cuáles cree ud. que son los principales frenos para alcanzar un acuerdo de paz y, también, los distintos “proyectos” de paz por los que clama cada uno de los actores del conflicto?
Empezaría por distinguir lo que es el proceso de paz con las FARC del proceso de paz con el ELN. El proceso de paz con las FARC es un proceso que tiene raíces en las luchas campesinas de los años cincuenta, es un movimiento principalmente rural, con una clara influencia internacional de lo que fue la Unión Soviética, en su momento, de “revolución en marcha”. El proceso del ELN es, quizás, más complejo. Tiene raíces fuertemente urbanas, muy vinculado con las reivindicaciones petroleras de los años setenta y ochenta, ahora con la minería, profesionales -muchos de ellos identificados con la línea maoísta-; o sea, que los dos orígenes de los dos procesos ponen en marcha dos agendas. Sin embargo creo que, hábilmente, se ha conseguido por parte del Gobierno y, por supuesto, de los grupos guerrilleros, coincidir en más de un 60% en las dos agendas. Vamos a trabajar con dos mesas paralelas, con dos agendas, pero con un solo proceso de reconciliación. Y en ese sentido temas como la importancia que tiene las víctimas en los dos procesos, los mecanismos de la justicia transicional para garantizar el paso del conflicto al post conflicto, me parece que, de alguna manera, ayudan a darle solidez al proceso como un todo.
Ahora, claro que la paz tiene enemigos, y tiene enemigos poderosos que han comenzado a mostrar sus dientes, en cuanto han visto que el proceso avanza en forma definitiva. Y lo hacen utilizando su condición de poderes fácticos. No son actores políticos que estén cuestionando el proceso de paz; son actores políticos sin responsabilidad política que, desde los medios, desde los grupos económicos, están de alguna manera tratando de minar el proceso por debajo. Y creo que ellos han encontrado un momento preciso porque este es el momento de la verdad, por lo menos en el de las FARC, que es cuando ya la gente no sólo tiene que pedir sino también dar, y este es el momento en el que se está pactando la desmovilización, el desescalamiento, el reintegro, que son los temas más difíciles para decidir. De tal manera que sí, es un momento delicado y difícil, pero estoy confiado y optimista de que se va a llegar a un buen puerto.
¿Cree que el proceso de destitución abierto recientemente en Brasil contra la Presidenta Rousseff puede tener implicancias en la estabilidad democrática de la región?
Es claro que el juicio apenas comienza, que en este momento esperamos que a la Presidenta se le dé el derecho a su legítima defensa y, por lo que nosotros conocemos del proceso, no hay una imputación que razonablemente pueda llevar hoy a pensar que se justifica su desvinculación permanente del Poder Ejecutivo. Nosotros vamos a seguir muy atentos al proceso, al juicio; hemos reclamado el derecho de la Presidenta a su defensa adecuada. También vamos a seguir trabajando con el nuevo gobierno en los temas que tienen que ver con UNASUR, por supuesto. Brasil es un actor muy poderoso en la región, pesa mucho, y sería ingenuo desconocer que lo que pasa en Brasil no va, de alguna manera, a afectar para bien o para mal lo que suceda en la región. Y esta no es la excepción.
¿Cómo puede incidir el giro ideológico en varios gobiernos de la región respecto de las concepciones de defensa y seguridad, teniendo en cuenta que desde la UNASUR se ha buscado impulsar una noción diferente a la planteada históricamente por Estados Unidos?
Espero que no tengan una mayor influencia. La región, lleva muchísimos años -no sólo los que lleva UNASUR- tratando de caracterizar un espacio distinto, independiente, en materia de defensa. Cuando estaba vigente el sistema interamericano los ejércitos de la región trabajaban con hipótesis de conflicto. Los juegos de guerra eran por ejemplo “qué pasará si Venezuela invade a Colombia o si Perú ataca a Bolivia”; en fin, eran juegos de guerra que empezaban por crear situaciones de conflicto entre nosotros mismos. Pienso que si en algo se ha avanzado en materia política en la región es que estamos trabajando con hipótesis de confianza: es la confianza que tienen los altos mandos entre sí para reunirse y encontrar las bases de una política de seguridad hemisférica que están muy lejos de ser lo que eran las viejas políticas de la seguridad nacional. A mí me parece que es una agenda que se va a mantener, entre otras cosas, porque no hay ninguna posibilidad en este momento de pensar que pueda existir un golpe militar en la región.
Finalmente, ¿cuáles son los principales desafíos que tiene la UNASUR para los próximos años?
Creo que está muy supeditado a lo que hablamos al comienzo, por eso me parece una excelente pregunta para terminar. Tenemos que preservar a la región como una zona de paz en el mundo. En un mundo lleno de conflictos étnicos, religiosos y propios de la Guerra Fría, no deja de ser una buena noticia que nuestra región sea un oasis de paz; no es que no existan conflictos, pero éstos no buscan solucionarse con violencia, de allí la importancia de cerrar el conflicto colombiano, que es el último conflicto armado importante que queda en el hemisferio. Segundo, tenemos el desafío de mantener la continuidad democrática, y esta no es una tarea fácil porque, como ya he señalado, la crisis económica ha complicado la política. El mayor desafío que tiene en este momento la región, o los dos mayores desafíos, son en primer lugar evitar que la crisis económica comience a costarnos en términos de las personas que logramos sacar de la pobreza en los últimos años. Hay cifras ya preocupantes de que, en estos meses de crisis económica, ya más de 8 o 10 millones de personas que habían dejado de ser pobres han vuelto a serlo y, en segundo lugar, superar las condiciones de este modelo extractivo de desarrollo que tenemos que nos lleva a vivir de lo que le sacamos a la tierra por encima y por debajo sin que hayamos sido capaces de agregarle valor a esto que tenemos.
Y claro, está el gran proyecto que estamos trabajando con ayuda de amigos, como Jacques Ramírez, que es el proyecto de la ciudadanía suramericana. La integración no es sólo un problema de movilidad de cosas o de servicios, sino que es esencialmente un problema de movilidad de personas y tenemos que otorgar derechos a esas personas en movilidad. Y si uno se pone a hacer una radiografía al alma de Suramérica se da cuenta de que si algo está caminando bien hoy día es el interés que tienen los suramericanos por no irse al extranjero. Y definen al extranjero como todo lo que hay por fuera de Suramérica. Entonces, que haya suramericanos que piensen que su país es Suramérica, y que lo que quieren es migrar dentro de su país y buscar oportunidades y cambiar dentro de su país, dentro de su gran país, pues creo que tenemos muchas posibilidades de fortalecer la integración.
Fuente: Celag
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