(Por Hernando Calvo Ospina)
Están creando una matriz de opinión que quiere convertir al legítimo gobierno venezolano en una dictadura digna de ser derrocada o invadida. Una joven negra de blanquísimos dientes me decía hace dos días, mientras me preparaba una arepa con queso: «están buscando que los chavistas, que somos millones, salgamos a confrontar a ese puñado de locos. Quieren llevarse nuestro petróleo sobre nuestras cenizas».
Uno.
Hace pocos meses un grupo de violentos quiso romper los vidrios de la planta baja de un hospital infantil en París, logrando afectarlos un poco. Por las mismas fechas fue incendiado un carro de la policía. A su interior se encontraban unos agentes que, afortunadamente, se salvaron y no tuvieron necesidad de utilizar el armamento que portaban. Ambos actos sucedieron en paralelo a una manifestación pacífica. Inmediatamente el gobierno caracterizó esto como acciones que rayaban en el terrorismo, y así lo repitió la prensa. Con el rechazo casi unánime de la ciudadanía, se pidió todo el peso de la ley para sus autores. La justicia no solo debería castigar ambos actos, sino también el hecho de que los violentos estuvieran encapuchados, algo prohibido en Francia en las manifestaciones.
En algunos pocos lugares de Venezuela, principalmente en Caracas, en las últimas semanas se han producido actos que pueden ser catalogados de terrorismo. Por ejemplo, un hospital infantil tuvo que ser desalojado ante el violento ataque de un grupo de jóvenes encapuchados que lo iban a incendiar. Imágenes mostraron a madres, con sus bebes recién nacidos en los brazos, saliendo apresuradas del edificio bajo protección policial. En otra ocasión un auto antimotines de la policía fue incendiado. Cuando los dos policías quisieron salir, fueron atacados violentamente por encapuchados. De suerte ambos uniformados estaban sin armas, o seguramente hubieran tenido que usarlas para defenderse. Es que el presidente Maduro exigió que la policía encargada de disturbios sólo usara bombas lacrimógenas y chorros de agua. Ni siquiera puede portar fusiles que lanzan pelotas de caucho, tan comunes en Europa, Estados Unidos.
Pero ante estos dos actos criminales, o terroristas, la gran prensa apenas pestañeó. Varios medios, nacionales e internacionales, se atrevieron a decir que era una reacción desesperada de la población contra la «dictadura de Maduro».
Dos.
Cuando anuncié a unas pocas personas que venía para Venezuela, les noté inmediatamente una especie de pánico en la voz y el rostro, mientras me decían: «Allá están en guerra», «hay muertos por todas partes», «parece que la policía está asesinando»…
Llegué un día de semana por la tarde. Del aeropuerto al centro de Caracas, más de una hora, no vi una sola manifestación. Un día después y el siguiente recorrí en auto y a pie varios lugares de la capital: ni una manifestación me encontré.
Pero sí habían existido algunas manifestaciones. Si no las encontré fue porque eran reducidas y en lugares muy concretos. Esas se producen básicamente en algunos barrios de la clase media, donde el alcalde es de la oposición.
Las manifestaciones pacíficas de ciudadanos descontentos con el gobierno son autorizadas. Casi nunca pasan de 500 personas, pero es costumbre que antes se instalen cámaras que hacen tomas especiales para mostrar «multitudes» que no existen, pero sí se lanzan por internet para mostrar la «fuerza» de la oposición. Me lo cuenta Mariana, que las ha visto montar en el edificio donde reside. Cuando estas acaban, encapuchados empiezan los actos violentos. Muchos de estos jóvenes, que casi en su totalidad se notan bien alimentados y de piel blanca, llevan insignias fascistas y nazis. Sus ataques más feroces contra la policía y edificaciones son cuando la prensa, principalmente internacional, está junto a ellos. A veces hay más periodistas que violentos. En internet se encuentran ejemplos a montones.
Algunos encapuchados llevan en sus cascos cámaras que transmiten los actos en vivo por internet. También, en los andenes y algunos edificios, se sitúan otras personas con cámaras para igual propósito. En internet se encuentran videos que muestran sus actos vandálicos presentados como acciones heroicas de resistencia a la «dictadura de Maduro». Crímenes que han cometido miembros de las turbas contra inocentes o contra los mismos manifestantes prontamente son achacados a la policía de la «dictadura de Maduro». Lo asombroso es que esas muertes fueron filmadas y puestas en youtube por los encapuchados, pero a ningún periodista de la gran prensa le ha interesado hacer mención.
Tres.
Yo leí que durante las guerras medievales se le tiraba estiércol a las ciudades sitiadas para que se incubaran enfermedades en la población y animales domésticos. Actualmente esto está prohibido por las leyes internacionales.
Nunca, pero nunca, había escuchado que en algún lugar de la tierra se le tirara estiércol humano a la policía ni a las instituciones del Estado como forma de «protesta pacífica». Esto sucede en Venezuela. Se incita desde las redes sociales y la gran prensa mira hacia otra parte o lo explica como actos del «pueblo» cansado del «régimen de Maduro».
Hace dos días un reconocido periodista opositor al gobierno del presidente Maduro, llamó por su cuenta twitter a escupir a todos los chavistas y sus amigos, «así estén en los aviones», casi ordenó.
Los actos que ya parecen de desespero, enfermizos, se empezaron a realizar en el exterior. Van desde asaltos a las misiones diplomáticas hasta ataques violentos a los actos de solidaridad con la Revolucion Bolivariana. En Madrid, por ejemplo, el gobierno del presidente Rajoy fue permisivo con los agresores que cercaron y secuestraron, durante varias horas, a quienes se encontraban en un acto de solidaridad en la embajada.
Contrariamente, y sin que ellos mismos lo esperaran, unos cinco manifestantes fueron detenidos en Miami cuando intentaron asaltar el consulado. Panamá amenazó con expulsar a los vándalos intransigentes.
Pero también se están realizando amenazas de muerte, como viene sucediendo contra la hija de la cónsul venezolana en París.
Ya escuché a varias personas de este país responsabilizar a la prensa internacional de un buen porcentaje de la escalada de violencia, terrorismo y muertes. Tienen mucha razón. Ella le da una increíble resonancia a la mínima confrontación de violentos con la policía. Están creando una matriz de opinión que quiere convertir al legítimo gobierno venezolano en una dictadura digna de ser derrocada o invadida. Una joven negra de blanquísimos dientes me decía hace dos días, mientras me preparaba una arepa con queso: «están buscando que los chavistas, que somos millones, salgamos a confrontar a ese puñado de locos. Quieren llevarse nuestro petróleo sobre nuestras cenizas».
Fuente: Red en Defensa de la Humanidad Cuba
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