Los aliados de Trump

Por: Omar Rafael García Lazo*

La historia de las relaciones interamericanas recoge múltiples gestos humillantes de políticos estadounidenses contra los pueblos y gobiernos de América Latina y el Caribe.

Como si no bastaran las intromisiones, las invasiones militares, los crímenes de la CIA y los atropellos de los últimos doscientos años, las ofensas, los desplantes, los señalamientos y la traición también han confirmado el desprecio que siente el “Norte revuelto y brutal” por Nuestra América.

La actual administración de Donald Trump, inundada por los defensores del “Nuevo Siglo Americano”, plataforma programática que recoge los postulados político-ideológicos de un sector extremista de la derecha estadounidense, se suma también con sus acciones a este rosario de ignominias.

El odio de Trump hacia los latinoamericanos es suficientemente conocido, incluso por los letrados y refinados presidentes derechistas de la zona, quienes con flema inglesa han soportado desplantes, insultos y hasta han intentado hacer creer que uno de nuestros pabellones convive sumiso dentro de las barras y las estrellas del imperio. ¡Que fiasco aquel el de Piñera!

Pero si hiciera falta un ejemplo reciente del ultraje estadounidense hacia los latinos, lo tenemos en el trato que ha dado el presidente Trump a su homólogo colombiano.

Tras varias amenazas de Washington con desertificar a Colombia por el tema del incremento de la producción de drogas, peligro que rehúyen muchos estados por sus efectos económicos, políticos y en la colaboración militar, la Casa de Nariño pudo evitar la decisión del juez hemisférico y capear el temporal.

Sin embargo, en febrero, durante su visita a Estados Unidos, el recién estrenado presidente de Colombia tuvo que soportar el guiño crítico de su anfitrión por los pocos avances en la erradicación de cultivos y en la exportación de estupefacientes con dirección norte; a lo que el visitante respondió reafirmando que durante su gobierno se han erradicado 60 000 hectáreas y piensan, glifosato mediante, avanzar mucho más.

Un mes después de su visita, durante la cual fue agasajado hasta con un premio de factura estadounidense, el mandatario colombiano volvió a recibir un dardo inamistoso lanzado por el empresario presidente.

Desde su altura imperial, como si hablara sobre un gerente de alguna de sus empresas, Trump dijo de Duque: “Es un buen tipo (…) Pero hay más drogas saliendo de Colombia ahora mismo que antes de que fuera presidente. Él no ha hecho nada por nosotros».

Si alguien en la región no merece semejante señalamiento es Duque, quien ha puesto su gobierno en línea con una de las prioridades de política exterior de Estados Unidos: derrocar al gobierno constitucional de Nicolás Maduro.

Fue realmente injusto el reclamo de Trump, más cuando Duque, además, hizo un agradecimiento inédito e histórico a los padres fundadores de Estados Unidos por sus supuestos aportes a la independencia colombiana.

Pero en abril la cosa parece llegar al tope de lo admisible. Trump, como si se tratase de pueblos y gobiernos de segunda, afirmó que desde Colombia, Honduras, Guatemala y El Salvador ha aumentado el tráfico de drogas y la emigración de delincuentes.

Un tratamiento como este, acusatorio, discriminatorio, con denodado desprecio, contra cuatro países con gobiernos de derecha, muy cercanos de la Casa Blanca, aliados sin dudas, evidencian la calaña de Trump y de su equipo y nos hace recordar aquella frase de John Quincy Adams, sexto presidente de Estados Unidos, en la que subrayó que su país no tenía amistades, sino intereses.

Habrá que esperar las reacciones de estos cuatro gobiernos frente a tanta humillación. Aunque ya la prensa orgánica comenzó a hacer la tarea, matizando el asunto al explicar que Trump hizo esas declaraciones en un acto de recaudación de fondos con fines reeleccionistas, como si el orgullo y la dignidad de los pueblos latinoamericanos se tomaran vacaciones mientras los políticos del norte hacen campaña electoral.  

(*) Analista internacional

Publicado en: Al Mayadeen en español

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